Uno de los tiempos fuertes de la liturgia cristiana, en realidad el primero de ellos, se denomina sencillamente Adviento y quiere decir tiempo, en primer lugar, tiempo de espera; de intensa y gozosa espera, para el momento tan feliz de la Navidad. El Nacimiento del Hijo de Dios, del Verbo encarnado es una realidad tan gozosa e importante, que merece ser intensamente esperada y gozosamente saboreada.
En efecto, en este libro del papa Benedicto que contiene hermosas meditaciones y maravillosas ilustraciones de obras clásicas de la pintura cristiana, encontrará el lector materia para esperar en este adviento nuevo la venida del Señor.
Parece como si Dios deseara que detuviéramos el espacio y el tiempo durante cuatro semanas y, en medio de nuestros quehaceres nos entretuviéramos a meditar tan hermosos misterios y, así, desear intensamente el nuevo nacimiento de Dios entre nosotros y en todas nuestras obras.
La propia creación, los árboles, como el de la Navidad se llenan de luces como preparando el camino, iluminando la senda para que llegue a nuestro interior la Sagrada Familia y se instale en el Belén del corazón preparado y bien dispuesto de cada hombre.
Además, el buey y la mula estarán al lado del niño para darle calor, pues como interpretaban los Padres de la Iglesia el texto de Isaías 1,3, todos los creyentes lo somos por una luz de la fe que Dios nos da y por la cual podemos entender que el misterio se ha verificado: “encontrareis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2,12).
Los pastores, las almas sencillas, acudirán gozosos a llevar sus presentes y sus cantos, su calor y su esperanza, sus corazones sencillos cantarán con los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,14).
También llegaron de lejanos países, unos magos. Los sabios viendo la estrella se ponen en camino y conducidos por el Espíritu Santo y por sus deseos de ver a Dios fueron conducidos con gran alegría hasta encontrarle en aquel pobre lugar de Belén de Judá. Enseguida, humildemente se postraron y abriendo sus tesoros le ofrecieron el oro de las buenas obras, el incienso de los deseos y aspiraciones y la mirra del sacrificio y del dolor humano.
También nosotros unidos al papa Francisco y a todo el pueblo cristiano seguiremos la meditación de las escenas del Evangelio y reviviremos en este adviento la preparación del corazón de modo que la Navidad traiga a todas las familias del mundo la bendición de la familia de Belén.
José Carlos Martín de la Hoz
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, La bendición de la Navidad. Meditaciones, editorial Herder, Barcelona 2010, 126 pp.