Apertura de horizontes

 

En la obra recopilatoria de artículos y conferencias, pronunciados por  el entonces teólogo y cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y, después, elevado al Solio Pontificio, con el título de Benedicto XVI,  agrupados con el sugerente título Ser cristiano en la era neopagana, se recogen las respuestas a las preguntas de algunos periodistas y que aunque hayan pasado ya algunos años desde que se concedieron, mantienen todavía el frescor del análisis profundo, de la claridad de ideas y de los diagnósticos de futuro de quien san Juan Pablo II denominaba  como un auténtico: “buscador infatigable de la verdad” (12).

Efectivamente, esa búsqueda de la verdad queda reflejada bien en la respuesta al del cardenal Ratzinger a un periodista en 1987, cuando es interrogado sobre las reacciones de los teólogos americanos y europeos a la Instrucción sobre Libertad cristiana y liberación, que puso punto final a las discusiones de los teólogos americanos, acerca de la naturaleza y límites de la verdadera teología de liberación, en la que comentaba que tanto él como los miembros de la Congregación, habrían deseado que hubiera habido un debate más intenso, que hubiera sido el punto de “partida de una nueva literatura sobre el tema de la libertad y de la responsabilidad cristiana en el ámbito político y social” (97).

Asimismo, un poco más adelante, señalaba, como observador de la espiritualidad en el mundo entero, el hecho real del despertar de la fe de muchos países de antiguas raíces cristianas:” un nuevo despertar de la fe en las jóvenes generaciones de la Iglesia Católica; en este caso no se trata de fundamentalismo, sino de deseo de totalidad y de vitalidad de la fe, percibida como promesa y afirmación de vida” (100). Un poco más adelante, hablando de Rusia subrayará la búsqueda de Dios, como sinónimo de esperanza, frente a un ateísmo agotado (115).

Seguidamente, conviene recoger su resumen de la historia de la Iglesia: “En las primeras comunidades cristianas estaba claro que ser cristiano significaba en primer lugar compartir una vida y que las definiciones doctrinales más importantes no tenían otro fin que orientar esa misma vida” (95). Es más, la Escritura debía ser leída en el seno de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia: “una correcta lectura de la Escritura presupone que la leemos allí donde ella ha hecho y hace historia, donde ella no es testigo del pasado sino fuerza viva del presente: en la Iglesia del Señor y con sus ojos, los ojos de la fe” (110).

Terminaremos haciendo una referencia a la creatividad del Espíritu Santo, que promueve en tantos lugares nuevos dinamismos en los jóvenes y en las parroquias, así como en las instituciones apostólicas, es lo que llama el cardenal, la creatividad de los santos: “El verdadero cristiano no es el decision-maker, sino el santo; es decir, aquel que se define por el seguimiento de Otro” (101).

José Carlos Martín de la Hoz

Joseph Ratzinger, Ser cristiano en la era neopagana, ed. Encuentro, Madrid 2006, 205 pp.