Uno de los más interesantes y completos trabajos históricos redactados por el poeta, teólogo y escritor inglés Rowan Williams (1950), arzobispo emérito anglicano de Canterbury (2002-2012), a lo largo de su dilatada carrera como historiador es, sin duda, su profunda investigación sobre Arrio y el arrianismo, en la que deseamos detenernos, aunque sea brevemente.
La cuestión no es menor, pues los arrianos, sus doctrinas, sus canciones, sus maniobras y sus alianzas imperiales durante todo el siglo IV, constituyeron el problema teológico más importante al que tuvo que enfrentarse la primitiva cristiandad y, aún en nuestro tiempo, sigue siendo un principio activo, impulsor y vivificador de otras muchas controversias.
Es interesante que, ya desde el comienzo de este trabajo, nuestro autor, cuando comienza a mencionar los principales investigadores que en la actualidad se ocupan de indagar estos complejos asuntos, así como al trazar con vigorosa fuerza el “status quaestionis” de la misma, ya nos deja bien claro, por si quedara alguna duda que:” si el arrianismo hubiese triunfado ello habría significado el fin del auténtico cristianismo” (20).
Entre las muchas cuestiones que se pueden abordar, deseamos detenernos, en primer lugar, en la visión que ofrece del problema, el cardenal y fundador del Movimiento de Oxford, John Henry Newman (1801-1890).
Es muy aleccionador que, precisamente sea Rowan Williams, arzobispo anglicano de Canterbury quien recuerde en los primeros compases de su obra la intervención en el asunto del cardenal Newman, en un ensayo publicado en 1933 con el título de “los arrianos del siglo IV” (15).
Precisamente, en dicha obra el joven profesor de Oxford, especialista en Patrología y en el estudio de la primitiva cristiandad, Newman, ponía el acento en la interpretación de la herejía de Arrio, no tanto como consecuencia de haber usado la filosofía neoplatónica, como había sido lo habitual hasta el momento, sino en su pertenencia a la escuela antioquena de interpretación de la Escritura santa, es decir, ser discípulo y seguidor tanto del antioqueno Pablo de Samosata como de Luciano de Antioquía. Ambos, como es sabido enseñaban que Cristo era hombre (15). En cualquier caso, para Newman lo esencial permanecía inalterado: la alegoría resultaba necesaria para la religión espiritual” (18).
Lo que no está de acuerdo Rowan Williams, es con el salto de siglos que parece dar Newman en ese trabajo: “los arrianos del siglo IV son, en buena medida, aquellos miembros de la iglesia de Inglaterra del siglo XIX que trascendían los conflictos del primitivo tractarismo cuya mundanidad esencial ha convertido a la iglesia en presa indefensa del dominio secular” (18).
José Carlos Martín de la Hoz
Rowan Williams, Arrio. Bautismo, biblia, eucaristía y oración, ediciones Sígueme, Salamanca 2018, 126 pp.