Desde ya hace muchos años se viene hablando y constatando en la práctica que el modelo socialdemócrata de sociedad del bienestar ha tocado a su fin. No tanto por culpa de la acción de determinados políticos o por la política de algunas naciones, sino más bien, porque hemos llegado al final de una etapa y al comienzo de otra, pues las culturas y civilizaciones, como los hombres, entran en decadencia.
Al igual la civilización y la cultura liberal que imperaron en el siglo XIX y que produjeron grandes transformaciones sociales y políticas, para acabar facilitando la etapa de los sistemas democráticos y de los sistemas totalitarios, de funesto recuerdo, a su vez, desembocaron en dos guerras mundiales, ya parece que le ha llegado la inexorable hora a la socialdemocracia en el mundo occidental.
La pregunta que no se plantea Tony Judt (1948-2010), uno de los profesores universitarios y analista social y político más importante del final del siglo XX, en un trabajo, que deseamos ahora comentar, es la pregunta de cómo va a ser este nueva mundo y cultura globalizado en el que ya estamos inmersos.
Precisamente, las críticas que Judt si plantea a la socialdemocracia decadente de nuestro tiempo y al evidente desmantelamiento de la sociedad del bienestar, por parte de Tony Blair y Margaret Thatcher, apuntan ya en la dirección en donde se vislumbre cómo van a organizarse la vida, las inversiones y las corrientes mayoritarias de opinión: “somos demócratas que también creemos en la igualdad, la justicia social y los mercados regulados” (146).
Por una parte, las líneas de fuerza actuales apuntan hacia una clara globalización de la comunicación y de los medios de comunicación, con el inglés, el castellano y el chino como las lenguas universales, aunque la comunicación rapidísima la llevarán a cabo los super traductores en las redes sociales y en los encuentros personales.
Enseguida, hay que hablar de los viajes baratos y rápidos, de la libertad de movimientos que correrá en paralelo con una sociedad supervigilada en donde las redes sociales nos conocen ya mejor que nosotros a nosotros mismos y, de hecho, ya comienzan a adelantarse a nuestras necesidades más perentorias.
Por supuesto, la socialdemocracia ha dejado un fruto indudable que es la sensibilidad hacia tener un corazón noble que sufre por la injusticia lo que, unido a la caridad cristiana, puede producir un incremento notable y sostenido de la solidaridad y de la cercanía de los hombres con todos los que sufren, en cualquier lugar del mundo apoyado en grandes corrientes de opinión.
Finalmente, es indudable que el feminismo es ya imparable y llevará a las mujeres al epicentro de la toma de decisiones, con indudables ganancias sociales y culturales: la delicadeza y el respeto a las personas, la sensibilidad por las cuestiones sociales, las intensas relaciones humanas y, la indudable, apertura a la trascendencia, clave para poder vislumbrar soluciones a los problemas.
José Carlos Martín de la Hoz
Tony Judt, Algo va mal, ediciones De Bolsillo, Barcelona 2019, 226 pp.