Comunión y Ecumenismo

 

En el año 2004, recién elegido Romano Pontífice Benedicto XVI, se creó en Roma dependiendo del Pontificio Comité para la Unidad de los cristianos un importante grupo de trabajo ortodoxo-católica que albergaba historiadores, teólogos y canonistas para abordar seriamente el ecumenismo y en concreto la unidad con la Iglesia Ortodoxa, bajo el sugerente nombre de San Ireneo, puesto que este santo obispo había sido discípulo de san Policarpo obispo de Esmirna y, a su vez, discípulo de san Juan, para posteriormente ser nombrado obispo de Lyon.

Después de muchas reuniones internacionales, de largos e intensos espacios de tiempo de intensa oración, de extensas publicaciones, de fructíferos encuentros de especialistas de diversas materias y, sobre todo, después de muchas fraternales y de largas y profundas conversaciones a lo largo de quince años, en espíritu de amistad e intercambio intelectual, el grupo de trabajo San Ireneo nos presenta en este pequeño volumen algunas conclusiones.

Deseamos ahora detenernos en una de aquellas primeras conclusiones: la que busca, en primer lugar, subrayar el concepto de comunión (101), algo muy clave del Concilio Vaticano II, algo que según transcurren los años se ha ido agigantando a los ojos de los teólogos y de los historiadores: la Iglesia como comunión. En efecto, el ecumenismo aparece en las conclusiones de este grupo como una verdadera tarea de comunión. Es más, la propia vida del cristiano aparece como comunión. Verdaderamente la Iglesia se desarrolla en la eucaristía (104).

Es consecuencia, nos recordará el grupo de trabajo que de la comunión procede el intenso y humilde, según el modelo de Jesús, espíritu de servicio abnegado y de completa y total donación, abandono y entrega sin límites: “la autoridad en la Iglesia no debe interpretarse como dominio sino como servicio al pueblo de Dios basado sobre la potencia se la cruz” (106). Enseguida nos recuerdan los textos del origen del primado de Pedro en la Iglesia, su misión de ser roca y tener las llaves (Mt 16, 19), la misión de instruir y confirmar a los demás apóstoles en la fe (Lc 22,32), la de guardar al pueblo de Dios (ovejas y corderos) (Io 21, 15-19) y el martirio que sella su identificación con Cristo el Fundador de la única y verdadera Iglesia (109).

Finalmente, nuestros autores asentarán el espíritu comunión en la unión con Cristo, que redundará en la unidad entre los cristianos, en la unión y comunión con el papa y con los obispos en comunión con él, pues en Pedro hay primado de jurisdicción e infalibilidad pontificia cuando enseña con su colegio apostólico (111). Enseguida de recordar la función del primado y su ejercicio, señalan la importancia de la sinodalidad, como demuestran con los grandes concilios de la antigüedad presididos por un legado del papa y cuyas actas y cánones eran refrendados por él (115). De este modo queda salvaguardada una estrecha correlación entre, la comunión de la Iglesia y la colegialidad de los obispos (118).

José Carlos Martín de la Hoz

Gruppo di lavoro misto ortodosso-cattolico Sant´Ireneo, Servire la comunione, edizioni Qiqajon, Novara 2019, 138 pp.