El escritor madrileño Pablo d’Ors ha realizado una verdadera obra de arte con esta magnífica reedición de su novela “el estupor y la maravilla”, publicada por primera vez en el 2003; una verdadera y poderosa demostración de su probada capacidad de escribir mucho y de escribir bien, muy bien. En esta ocasión, fuera de las temáticas de otras ocasiones, quizás más dotadas de ritmo y de una más amplia densidad narrativa, nuestro autor se va a detener en la aparente vida anodina, vulgar y a priori corriente de un guarda de seguridad que trabaja orgulloso de su misión en un museo cualquiera de una hipotética ciudad europea.
Resulta sorprendente que realmente el lector queda rápidamente captado por unas consideraciones aparentemente tan normales, tan previsibles y tan cotidianas como seguramente suceden en un espacio tan pequeño y extraordinariamente corriente como puede ser un museo de una ciudad, dotado de unas cuantas salas y unos cuantos personajes. Esto que acabamos de exponer es quizás la comprobación de que realmente la trama fundamental de una buena novela la pone la capacidad de observación del autor, su maestría para explicar los sentimientos con sencillez y, finalmente, la serenidad para imaginar cosas previsibles que nos enseñan y, a la vez, nos relajan por ser bien conocidas.
En esa línea hay solo una crítica que hacerle al autor, por otra parte, obvia, y es que siendo sacerdote y siendo un maestro consumado en el arte de enseñar a vivir la oración, apenas hay en esta extensa novela de cuatrocientas páginas corrientes una referencia a la vida de oración de nuestro guarda de seguridad. Este pensamiento me brotaba esta mañana cuando releía el fino análisis de la Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II: “Sabe también que el hombre, atraído sin cesar por el Espíritu de Dios, nunca jamás será del todo indiferente ante el problema religioso, como los prueban no sólo la experiencia de los siglos pasados, sino también múltiples testimonios de nuestra época. Siempre deseará el hombre saber, al menos confusamente, el sentido de su vida, de su acción y de su muerte. La presencia misma de la Iglesia le recuerda al hombre tales problemas; pero es sólo Dios, quien creó al hombre a su imagen y lo redimió del pecado, el que puede dar respuesta cabal a estas preguntas, y ello por medio de la Revelación en su Hijo, que se hizo hombre. El que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre” (Gaudium et Spes n.41).
En efecto, la historia de un hombre es la historia de su oración y como hemos experimentado todos los seres humanos Dios se ha cruzado repetidamente a lo largo de nuestra vida y todos hemos comprobado el impacto que produce su mirada y su conversación. El propio Pablo d’Ors narra su impacto con Cristo en la novela autobiográfica “Entusiasmo” (2017).
José Carlos Martín de la Hoz
Pablo d’Ors, El estupor y la maravilla, ed. Galaxia Gutemberg, Barcelona 2018, 410 pp.