En este trabajo colectivo dirigido por el Profesor Bernardo Bayona, que cuenta con valiosos colaboradores, se desarrolla un serio trabajo sobre el siglo XV y la resolución del Cisma de Occidente y la posterior desaparición del conciliarísmo.
El trabajo comienza, como es lógico, con la elección del Papa Urbano VI, que la Iglesia ha dado por válida, y la aparición del cisma de Occidente que se produjo con la convivencia de tres Papas en Europa. Una de las crisis más profundas de la Historia de la Iglesia.
Efectivamente, la elección de Clemente VII en Aviñón muestra el inmenso poder de Francia. Paralelamente, las doctrinas de Wiclef y su teoría sobre la Iglesia, explican que pocos años después Lutero desgarrara la Iglesia Católica. En efecto, el Prof. Luis de Boni afirma que "Wiclef insiste en decir que Dios, desde toda la eternidad, sabe quiénes son los predestinados, o mejor, que predestinó a sus escogidos y relego a los preconocidos a sí mismos y a la condenación; que sólo al final de los tiempos sabremos quien fue escogido y quien fue relegado. Con esto coloca fuera del conocimiento humano en esta vida, algo que para el hombre es fundamental: saber cuál es su relación con Dios. La decisión divina precede a la historia, y de esa decisión se tomará conocimiento solamente cuando la historia esté ya concluida. La historia salutis no posee, en sí, nada de historia" (p.71).
A lo que añade: "Haciendo una lectura feudal de la propiedad, explica que el Papa no posee las propiedades por derecho propio, sino por donación del emperador en las cosa temporales. Llama al papa vasallo del emperador" (p.84). Finalmente, señala que Wiclef tenía la convicción de que "sin la coerción los hombres tienden necesariamente a la anarquía y a la violencia" (p. 98).
Como es sabido, se ofrecieron tres soluciones: la vía cesionis, vía compromissi y la vía concilii.
"Urbano VI estaba convencido de que había sido elegido ab aeterno y de que su autoridad era de origen divino y, por ello, incuestionable y superior a cualquier otro poder político. Su concepción del papado era la de ser altissimus super omnes, dotado de la plenitudo potestatis, con poder de decidir por encima de toda norma y costumbre" (p.39).
Ante la actitud del Papa legítimo, fue surgiendo la vía del Concilio o conciliarismo basado en el sometimiento del Papa al Concilio general: "El objetivo del conciliaríamo marsiliano era someter al Papa al Concilio General y esté al emperador" (p.49).
En el capítulo dedicado a Eixemens, ferviente partidario de Benedicto XIII, el Papa Luna. (p. 111), se señala: "Roma nunca podría perder el privilegio de haber sido elegida por Dios para ser cabeza de su Iglesia y centro de la expansión del cristianismo, pero podría perder el privilegio de ser sedé papal" (p.113).
En efecto, el Concilio de Constanza logró que convocado por Juan XXIII eligiera a Martín V y por tanto se cerrara el problema del cisma, se condenara a Wiclef y Huss y por tanto, de momento, se aclarara la fe, pero no logró la ansiada reforma de la Iglesia.
El Papa Martín V no formó el Decreto Frequens por el que el Concilio debía ser convocado periódicamente, pero lo hizo tanto él como sus sucesores.
Así Fátima Regina Fernández, nos recuerda que "el concilio de Pisa agravo aún más la ruptura con un tercer papa" (p.152), por el radicalismo de sus posiciones. "Según Gerson Cristo es el único esposo de la Iglesia y el connubio de los papas con la Iglesia era sólo de naturaleza espiritual y no sacramental de ahí que siempre podía fallar" ( p.159).
El principio teológico de la Iglesia hasta la actualidad es que sí el concilio no es convocado por el papa o no tiene su aval es ilegítimo y sus decisiones invalidas.
José Carlos Martín de la Hoz
Bernardo Bayona Aznar (ed), Doctrinas y relaciones de poder en el Cisma de Occidente y en la época conciliar (1378-1449), ed. Universidad de Zaragoza, Zaragoza 2013, 413 pp.