El Profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de Edimburgo, en Escocia, Larry W. Hurtado, recoge en este pequeño trabajo muchos años de paciente investigación en torno al nacimiento y desarrollo del cristianismo.
En primer lugar, nos recuerda que en aquellos primeros siglos, los cristianos, ni formaban parte de las clases dirigentes, ni eran miembros destacados de la sociedad, sino todo lo contrario y, además, eran duramente atacados como una innovación peligrosa que desafiaba a la religión oficial y amenazaba el orden social (10).
Inmediatamente, añade como Jesús ocupaba el puesto central tanto en su fe como en su praxis. La radicalidad de la llamada implicaba una completa entrega de la vida y del corazón. A pesar de ser algo que comprometía toda la persona, se expansionaron a gran velocidad. Poco tiempo después comenzaron a llamarse cristianos. Tenían “la convicción firme de que Dios los había resucitado de entre los muertos y lo había exaltado a la gloria celestial designándolo como Mesías y Señor” (15).
Prueba de su origen divino y de la divinidad de Jesucristo, nos dice el autor, es la rápida expansión del cristianismo por todo el imperio romano aprovechando las vías de comunicación marítimas y terrestres (17).
Enseguida nos recuerda lo que decía la conocida y tantas veces invocada, desde el siglo II, Epístola a Diogneto “los cristianos no se distinguían de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres”. Es más "no llevaban un género de vida aparte de los demás“ (Diog 5, 1-2).
Pero, indudablemente, su fe les había cambiado a un nivel moral mucho más duro y exigente y, por tanto, a una caridad con Dios y con los demás real y convertida en compromiso de vida (23).
El cristianismo se fue imponiendo y llegó en el siglo IV, a pesar de las duras persecuciones a las que fue sometido, a ser la religión hegemónica en el mundo conocido del interior del Imperio Romano.
Lógicamente, este hecho fue debido a la fuerza de la Revelación divina que contenía, pues sin esta verdad profunda, hubiera sido imposible la expansión del cristianismo y habría finalmente desaparecido.
José Carlos Martín de la Hoz
Larry W. Hurtado, Destructor de los dioses. El cristianismo en el mundo antiguo, ed. Sígueme, Salamanca 2017, 286 pp.