Es un dato cierto, constatable, una prueba más de que el Espíritu Santo gobierna la Iglesia y de que, como afirmaba san juan Crisóstomo “la Iglesia brota del costado abierto de Cristo” y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, el que los cristianos de hoy, creemos exactamente lo mismo que los de hace veintiún siglos.
Una de las primeras decisiones de la Iglesia fue, como se lee en los Hechos de los apóstoles y se mantiene viva la tradición hasta nuestros días, es el conservar viva y vivificante la memoria de nuestros mártires de quienes, como los santos inocentes o san Esteban, dieron su vida antes que negar a Jesucristo.
El profesor Brown (1935), de las universidades más importantes de Inglaterra y Estados Unidos, es bien conocido en la historiografía cristiana de los primeros siglos, por sus trabajos infatigables sobre san Agustín y otras cuestiones relativas a la primitiva Iglesia, así como al imperio romano en aquellos siglos.
En esta ocasión, deseamos presentar la reedición de una de sus primeras obras sobre el culto a los santos en la primitiva Iglesia dictada como conferencias en Chicago en 1978 y ahora, retocada grandemente la introducción y muchas conclusiones, de modo que podemos afirmar que estamos casi ante una obra nueva.
Precisamente la raíz de los cambios es la constatación de los procesos de mártires, milagros y de beatificaciones y canonizaciones que se han llevado a cabo, por impulso del Espíritu Santo, durante el Pontificado de san Juan Pablo II, hasta el extremo de duplicar lo que había sucedido hasta él en toda la historia de la Iglesia.
De este modo natural, se ha comprobado de una manera fehaciente, cómo ha sido interés de la Iglesia desde el principio que todos los pasos se dieran con el rigor jurídico, teológico y canónico necesario y que fuese preservada la pureza del proceso (113).
Esto es quizás lo más llamativo del trabajo del profesor Brown: las pruebas que termina por presentar de la serenidad del magisterio de la Iglesia y de las autoridades eclesiásticas; preservar que el culto a los santos se lleve de modo fiel a la doctrina de la Iglesia: mediadores entre Dios y los hombres y que los milagros los hace Dios para el bien y la salvación de los hombres (133).
José Carlos Martín de la Hoz
Peter Brown, El culto a los santos. Su desarrollo y función en el cristianismo latino, ediciones Sígueme, Salamanca 2018, 268 pp.