El fracaso de Weber

 

Han pasado ya muchos años desde que el sociólogo y economista alemán Max Weber (1864-1920), publicara su trabajo “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1905). Se trata de una famosa investigación sobre el influjo decisivo de la ética protestante en el espíritu del capitalismo del siglo XVII, en concreto, de su íntima relación con las propuestas calvinistas.

Muy resumidamente, Weber vendría a decir que, desde la implantación y extensión del calvinismo en Europa, durante el siglo XVII y coincidiendo con el inicio del pensamiento ilustrado y el racionalismo, tuvo lugar el nacimiento del capitalismo en países como Inglaterra, Escocia y Países Bajos, de modo que llegaba a establecer una estrecha relación entre capitalismo y espíritu calvinista

Desde el punto de vista teológico la relación se establecería en la doctrina de la predestinación, según la cual algunos ya están salvados por Dios, hagan lo que hagan, por tanto, no les haría falta ni pensar en obras meritorias, ni en el purgatorio, sino solo confiar plenamente en Dios y en su cruz salvadora.

Precisamente, en el interesante trabajo coordinado por el doctor Carlos Valiente Barroso, profesor de filosofía de la religión y neurociencia en el Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, acerca de las relaciones fe y ciencia se dedica un amplio espacio a la relación entre moral y economía en el medievo.

En efecto, la ciencia económica hasta Descartes abordaba los problemas del llamado tratado de justicia, desde la unidad de teología, filosofía, derecho y economía, al romperse la unidad de las ciencias, quedó la economía a visiones personalistas sin rigor antropológico. La crítica del profesor Martín Carbajo aborda la cuestión clave: “Una de los indicadores más claros de predestinación habría sido el éxito económico, conseguido con esfuerzo, honestidad y diligencia. Se sentaban así las bases para justificar la acumulación de la riqueza y las crecientes desigualdades sociales. El tener mucho más que los otros será visto como signo de predestinación, no como egoísmo o avaricia” (240). Es interesante que Weber llegue a afirmar que: “querer ser pobre es lo mismo que querer estar enfermo” (240).

Pronto comenzaron las fracturas a tan aparente completa teoría. En efecto, Weber olvida tanto la fe que vivían los protestantes como la necesidad de la caridad que era inseparable del mensaje cristiano.

También olvidaba Weber el desarrollo económico de países de mayoría católica o no calvinista y sobre todo, ignoraba completamente las propuestas éticas de la Escuela de salamanca que fecundaron la vida económica del momento y cuyas propuestas llegan hasta el día de hoy (245).

José Carlos Martín de la Hoz

Carlos Valiente Barroso (ed.), Once teólogos ante el diálogo ciencia-fe. Reflexiones filosóficas a la luz de la revelación, Ediciones Guillermo Escolar, Barcelona 2018, 342 pp.