El profesor Ernst Burkhart presentaba hace cuarenta años, en 1977, un extraordinario trabajo de doctorado en la Universidad de Navarra, sobre el orden divino, como aproximación teológica y jurídica a la noción de ley.

El trabajo estaba basado esencialmente en la doctrina e intuiciones de santo Tomás de Aquino, como subraya el mismo autor en la introducción  a su obra (20), entendido como buscador de la verdad, sin disputas de escuela, ni cerrazones, que le proporcionó una base teológica tan seria y asentada, que con el paso de los años ha ido desarrollando y profundizando al aplicarla a otras muchas cuestiones.

De hecho, el tiempo no ha hecho más que confirmar la solidez de esta obra, que tantos años después se lee con sumo gusto. Quizás una de las claves de este éxito sería que se ha redactado, como lo habría hecho Domingo de Soto en la Universidad de Salamanca en el siglo XVI, sin separar pero sin mezclar la filosofía, el derecho y la teología, en armonía de saberes, conjunción de planos y respeto por los objetivos y metodología.

Así es la serena búsqueda de la verdad, la que da a un teólogo en ciernes, como era entonces Burkhart, un bagaje teológico y jurídico, como no ha hecho más que confirmar nuestro autor para  mostrar la solidez de su construcción y las nuevas líneas de trabajo posteriores como su trabajo sobre la enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer en tres volúmenes, con el profesor Javier López (ed. Rialp, Madrid 2010-2013).

El núcleo de su exposición aparece ya apuntado desde las primeras obras de su tratado cuando afirmaba: “tratando de liberarse de la ley de Dios, los hombres encuentran, en vez de la libertad que buscaron, la esclavitud del propio egoísmo” (17).

Poco después añadirá señalando otro de los grandes temas de su trabajo: “Independizándose de la ley de Dios se multiplican las normas del derecho humano, y oscureciéndose en ellas la luz del orden divino, su eficacia parece la de una fuerza enorme que, desviada de su originario fin, arrastra todo hacia el abismo. No es de admirar que hayamos perdido el sentido de la norma, cuando tantas normas que nos rigen no parecen tenerlo” (18).

Aquí entra como una poderosa solución de fondo: volver como hace el profesor Burkhart a la sabiduría de santo Tomás: “La ley de Dios se nos mostrará como luz y como poder, como guía y como virtud para recorrer el camino que nos lleva al amor de Dios que no cesará jamás. Y, entendiendo mejor lo que es la ley divina, podremos recuperar también el sentido y el valor de las leyes humanas como ayuda de nuestra libertad de hijos de Dios” (19).

José Carlos Martín de la Hoz

Ernst Burkhart, La grandeza del orden divino, ed. Eunsa, Pamplona 1977, 229 pp.