¿Cómo es el cielo? A un conocedor del Nuevo Testamento quizá lo primero que le viene a la cabeza es aquel “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado a los que le aman”, de San Pablo en la primera carta a los Corintios. Pero precisamente esa afirmación, llena de esperanza, nos deja también con la incógnita, porque “ni ojo vio ni oído oyó”, nadie puede ni imaginar, y nos resulta difícil llegar a alguna conclusión.
Pero la realidad es que a todos nos hace falta saber. Se ha escrito mucho sobre la muerte y el destino eterno del hombre, porque al fin y al cabo es lo definitivo y si algo es seguro, para cualquiera, es que todos moriremos. Hay curiosidad e interés, y muchos puntos de vista. Pero siempre impresiona la muerte. En este sentido se ha publicado recientemente en castellano un libro escrito hace casi un siglo, que me ha parecido de útil: “Hermana Muerte”, de Thomas Wolfe.
Wolfe narra, en cuatro capítulos, cuatro experiencias de la muerte. En realidad es “cómo se te queda la cara” cuando ves un cadáver. Mejor aún, cuando asistes al momento de la muerte de alguien que hace un instante estaba vivo, y con salud, cerca de ti. La experiencia cercana de la muerte, especialmente la no esperada, es algo que conmociona, inquieta, molesta, porque no queremos, de ordinario, contar con ello. El autor de este libro refleja con maestría de experto las reacciones del transeúnte, del espectador involuntario. Unos se paralizan, otros quieren disimular el disgusto y se ríen, resultando sin duda más ridículos, otros comparten unas impresiones con la persona que le acompaña.
Thomas Wolfe, que no tiene sentido trascendente, no resuelve nada, no ayuda al lector a digerir la mala experiencia, solo la presenta, y queda con esa sensación de vacío, de horror, porque el lector está solo y no tiene que disimular ante nadie, y piensa las cosas en la propia existencia.
También es reciente otro libro que trata, podríamos decir, de lo mismo, pero que no se parece en nada. Para empezar el título expresa esperanza, esa esperanza que no aparece en ninguna página del escritor americano. El libro de Livio Fanzaga se titula “El Paraíso”, y desde el primer momento el lector se siente atraído, aunque siempre haya algunos, inmersos en un escepticismo materialista, que no quieran ni siquiera acercarse al misterio. El paraíso es lo que todos esperamos, reconociéndolo o no.
Hay muchos libros sobre el tema, algunos escritos con ánimo racionalista y, por lo tanto, sin deseos de entrar en el enigma. Pero el hombre normal sabe que es necesaria la indagación del más allá, y busca. Y el italiano Fanzaga, a diferencia del americano Wolfe, conduce al lector a través de esas verdades indiscutibles, previas a traspasar las puertas del cielo.
Partiendo del deseo de felicidad, innegable en cualquier persona cuerda, y siguiendo por la sed de justicia, que necesita un juicio postrero de todos, y pasando luego al instinto de inmortalidad, va conduciendo, paso a paso, hacia el cielo, empezando por constatar que en ese caminar hacia Dios hay ya un trocito de paraíso, en analogía con lo que decía Santa Teresa, que el camino del cielo es un cielo.
Solo después de esa introducción fundamental, Fanzaga se atreve a “explicar” qué es eso del cielo, advirtiendo que está presente en las enseñanzas de Jesucristo, y no sin señalar que, para llegar, hay que cargar con la cruz, para seguirle a Él, que nos marca el camino. Solo desde esta perspectiva es posible internarse en la realidad del paraíso. Lo demás sería una absurda veleidad de quien no sabe lo que dice. Este libro es, ciertamente, una muestra de cual es el sentido de la vida para el hombre, uno de esos libros que presenta certezas, que produce serenidad en el alma atemorizada, porque la muerte, y lo que viene después, casi siempre atemoriza.
Ángel Cabrero Ugarte
Thomas Wolfe, “Hermana muerte”, Ed. Periférica 2014
Livio Fanzaga, “El Paraíso”, Ed. Palabra 2014