El seguimiento de Cristo

 

En el interesante trabajo del filósofo y ensayista Max Scheler (1874-1928), acerca de las figuras de los líderes y de los modelos, se describe magníficamente los pasos que debe realizar el hombre, si desea acertar y discernir, en la búsqueda del verdadero modelo que desea hallar.

 Consecuentemente, describe detalladamente nuestro filósofo la felicidad que causa a cualquier hombre, después de la paciencia ejercitada, el encuentro del ansiado maestro, la lectura detenida de sus escritos y palabras, hasta el comienzo de la imitación del modelo intensamente buscado.

Cuando ese seguimiento no es el de un modelo cualquier, sino es el de Cristo, el máximo y más perfecto modelo, el pensador Scheler parece transformarse de filósofo ecuánime y siempre ponderado en sus apreciaciones y juicios, en un verdadero e inspirado poeta y, por tanto, en verdadero maestro del sublime arte del reflejo del pensamiento que es la palabra.

Así pues, detengamos en el libro, para poder fijar las ideas con las propias palabras del autor en su traducción a la lengua castellana. Comenzará señalando de modo muy simple que: La forma suprema, más pura y más espiritual que puede adoptar la eficacia del modelo es la fe (…) comprendiéndola plenamente a partir de su centro vital espiritual” (40).

Enseguida, va a añadir algo muy interesante, que es el concepto del “centro del alma”, aspecto que será recibido y asimilado en la mística castellana del siglo XVI, a través de Francisco de Osuna, en su Tercer abecedario espiritual, bajo el término de recogimiento interior. Es interesante que el filósofo Scheler llegue al concepto clave del centro del alma y, por tanto, del recogimiento interior, al igual que lo hizo en el siglo XIII el maestro Eckhart, fundador de la escuela renano-flamenca de espiritualidad que desembocó en el magnífico tratado de la Imitación de Cristo atribuido a Thomas de Kempis: “Solamente aquí puede hablarse de libre seguimiento en neta oposición a imitación y copia involuntarias. El ejemplo supremo es la imitación de Cristo, la continua reproducción -aunque siempre unilateral e inadecuada-de su ser y su ser-así, de su figura en el centro del alma del seguidor” (41).

Para confirmar y concretar que lo que está afirmando no es una manera poética de hablar, señalará lo siguiente añadiendo acentos que brotan más de la oración que de la investigación: “No es de modo figurado, sino literal, como san Pablo ve en el renacer un morir del viejo Adán y una formación de nuestro centro personal mediante el ser del querido Salvador”. Y con esto concluye Scheler el razonamiento: “Formación tal que en el lugar del viejo yo muerto entra Cristo in persona -esto es, en ser y figura personal-, de modo que mediante este proceso somos divinizados y alcanzamos con ello, en una cercanía con Dios más íntima, una situación superior a la que tenía Adán. ‘Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi’ (Gal 2,20)” (41).

José Carlos Martin de la Hoz

Max Scheler, Modelos y líderes, ediciones Sígueme, Salamanca 2018, 154 pp.