El alemán Ferdinand von Schirach escribe de nuevo, esta vez en formato teatro, una obra de gran interés social. El desarrollo de la historia es un juicio donde se imputa a un piloto de caza el asesinato de todos y cada uno de los pasajeros de un avión de línea, al disparar para evitar que un secuestrador islámico lo estrellara contra un estadio repleto de espectadores. Lo que ha hecho, convencido de haber realizado una buena causa, va totalmente en contra de las leyes del estado alemán, pero él, en conciencia, consideraba que debía actuar así.
Con este tema tan controvertido, el relato de esta obra es el desarrollo del juicio, donde hay opiniones, que parecen prevalentes, como la que desgrana con bastante detalle y argumentos la fiscal, defendiendo las leyes del Estado, que son intocables, según ella. Y otras opiniones, sobre todo la del abogado defensor, que defiende la libertad de la conciencia, que actúa en un momento determinado por encima de la ley.
Esto dicho en cuatro líneas. Merece la pena la lectura de esta obra -breve desde el momento en que es una obra de teatro- para pararse en los diversos argumentos. En el fondo es lo de siempre, el temido utilitarismo, y la advertencia constante de la moral: el fin no justifica los medios. Pero también está la defensa propia, y el deseo de remediar una catástrofe de magnitudes tremendas.
En algunos momentos la fiscal viene a decir que la ley está por encima de la conciencia, por encima de las necesidades personales o de los sentimentalismos. Y es verdad que hay que respetar la ley, pero también es verdad que hay leyes injustas y, también, que hay circunstancias especiales por las cuales hay que actuar de modo distinto. Quizá lo más importante aquí es recordar que la dignidad de la persona se basa en su libertad, y que su libertad solo es consistente si el hombre actúa en conciencia. O sea, que lo que hace digno a la persona es su conciencia, que le hace una totalidad de sentido, alguien irrepetible.
Pero claro, eso no es óbice para que el derecho caiga sobre él, por haber desobedecido a las leyes. Por lo tanto, nos encontramos con que, en algunos casos, no pocos, hay una contraposición entre la moral y la ley.
El caso paradigmático, pensando en el derecho español y también de otros muchos países, es el del aborto. Esos muchos países civilizados, democráticos, que se tienen por el modelo de la libertad, de la dignidad de la persona, pero que permiten la muerte del no nacido, solo porque no puede defenderse. Es el caso más nítido y, por desgracia, extendido. Pero hay otros, dependiendo de legislaciones, que claman al cielo. Una periodista católica en Inglaterra denunció haber sido contactada por la policía por haber empleado el pronombre "equivocado" para referirse a una persona que se identifica como "transgénero" en una publicación en la red social Twitter. La posible infracción a la Ley de Comunicaciones Maliciosas de 2003 podría significarle una sentencia de hasta seis meses de prisión.
Esta obra del alemán von Schirach termina con un epílogo referido al atentado contra Charlie Hebdo, apoyando ese planteamiento disparatado de que si queremos democracia podemos decir lo que queramos de los demás, agredir los sentimientos religiosos de los demás y poner en entredicho a las personas que no me caen bien. O sea, libertad es el total libertinaje de los extremistas. Puedo meterme con quien sea, insultar a quien me dé la gana.
Salvo que insulten a su esposa o a sus hijos, si es que los tienen.
Ángel Cabrero Ugarte
Ferdinand von Schirach, Terror, Salamandra 2019