Es el título de una historia fascinante escrita por Fabio Geda, periodista y escritor italiano, al dictado del protagonista, Enaiatollah Akbari, un chaval afgano que tiene que huir de su país amenazado de muerte por los talibanes, que quieren vengarse de su padre. A los 10 años su madre lo abandona en un pueblo de Pakistán, sin previo aviso, porque ella sabía que la única forma de salvar su vida era buscársela él en otros lugares.
El periplo por Pakistán, Irán, Turquía, Grecia e Italia le dura cinco años. Ni que decir tiene que no tenía ningún plan inicial, pues él no se hubiera ido de su pueblo, donde vivía felizmente, sin nada, porque en un pueblo perdido cerca de la montaña en su país, las aldeas son cuatro casuchas de barro y una escuela, pero allí no se necesita nada. Su viaje se produce en la necesidad de huir del dolor y del mal trato.
En el paso por la montaña, para huir de Irán a Turquía mueren trece de las personas que iban en su grupo, por el frío y el cansancio. En el paso de Turquía a Grecia, donde tiene el primer contacto de su vida con el mar, muere ahogado un chaval de los que viajaba con él en ese trayecto, en una lancha de goma. Si tiene que huir de un lado para otro constantemente es porque la supervivencia en aquellos lugares es durísima, sobreviviendo con trabajos ilegales muy duros con lo que conseguía algo de dinero.
Cuando llega a Grecia, una señora mayor que le ve cerca de su chalé, se lo lleva a casa para que se dé una ducha, pueda comer todo lo que quiera y le proporciona ropa adecuada. ¿Por qué una anciana que vive sola en una casa cerca de la costa tiene ropa de chicos…? Quizá, piensa Enaiatollah, no es la primera vez que ayuda a los que llegan, desesperados, por el mar. La anciana le da dinero y le explica como llegar al puerto para coger un barco y llegar a Atenas.
Cuando nuestro héroe consigue llegar a Italia, casi enseguida se encuentra con una familia dispuesta a acogerlo en casa. Familia con varios hijos, le hacen hueco dejándole una habitación para él solo. Y le facilitan que vaya a la escuela. La impresión que este muchacho tiene desde que pisó Grecia, y luego en Italia es de vivir en otro mundo. Aquí las cosas están pensadas para poder ayudar a la gente. Mientras estuvo en países musulmanes, todo era vivir escondido durmiendo en cualquier lugar, comiendo a veces poquísimo, sufriendo violencias y peligros.
En la casa de la familia italiana descubre la cama. Una cama, para nosotros lo de siempre, que él no conocía. Para él solo, todos los días. Era como haber llegado al cielo. Y el lector tiene una impresión, que no está escrita en ninguna página del libro: en el mundo musulmán hay violencia, corrupción, falta de consideración con las vidas de las personas, y cuando llega al mundo cristiano la vida es de otro color, bastante distinto.
No está escrito ni por el autor periodista ni lo manifiesta expresamente nuestro protagonista, pero la impresión después de leer toda esa historia de cinco años, que se queda el lector es esa, aunque, incluso, no llegue a expresarla claramente. Uno de los chavales que le acompañan en su paso de Turquía a Grecia tiene miedo de acercarse al mar, pues está convencido de que pueden encontrarse cocodrilos. De ahí el título. Y cocodrilos no hay, pero traficantes de personas que se aprovechan de pobres gentes que huyen sí hay, peores que cocodrilos.
Italia fue la meta y la salvación para Enaiatollah Ahora Italia está cerrada, a cal y canto, a los emigrantes. ¿Es que ya no es cristiana?
Ángel Cabrero Ugarte
Fabio Geda, En el mar hay cocodrilos, Nube de tinta 2018