El libro del artista y profesor Jean Philippe Trottier, que ahora deseamos comentar, desarrolla brevemente, una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta en la educación de los hijos y, en general, en la formación de la juventud, nos referimos a la urgente e importante necesidad de explicarles quien es Jesucristo y cómo se desarrolla la intimidad con él.
Evidentemente, como no podía ser de otro modo, el autor nos habla ya desde el comienzo, y muy claramente, de lo difícil que es trasmitir la propia vivencia, pues este camino sería, sin duda, el más satisfactorio y definitivo, pero ya el tiempo de los evangelistas, como de la mística castellana del siglo de oro, está demostrada la “distancia entre el discurso y lo vivido” (57).
A san Josemaría, por ejemplo, le pareció conveniente, antes de predicar unos días de retiro espiritual en Burjasot (Valencia) al término de la guerra civil española, que se dejase colgado de la pared el cartel en el que un miliciano había copiado un verso del poeta Antonio Machado en la fachada del cuartel, donde se iba a desarrollar el retiro: “cada caminante siga su camino”. Al indicar que lo dejaran añadió: “del enemigo el consejo”.
Hemos de seguir sin duda nuestro camino, que no es otro que el personal desde el momento del bautismo: la invitación sacramental y perpetua de Jesucristo a cada alma, a profundizar en la intimidad con Él, pase lo que pase o tomando pie de lo que pase, e incluso adelantándose a los acontecimientos con propuestas y propósitos, con sueños e ilusiones de amor.
Es importante, en efecto, sabernos siempre libres, muy libres, en este camino hacia la santidad, así pues “tener fe en una misericordia divina, que prefiere perdonar a un hombre libre, aunque pecador, que aplaudir a un esclavo” (59). Es más, puedes hartarte y arrojar tu biblia lejos, pero no dejes de recordar donde cayó, pues terminarás por necesitar de ella para volver humildemente al camino de la felicidad.
Por otra parte, no podemos olvidar que Cristo nos invita en libertad al amor y que él mismo ha conquistado nuestra libertad con su entrega incondicionada: “Cuando decimos que Jesucristo ha tomado sobre sí los pecados del mundo, nos resulta hoy una formulación poco clara, hasta puede parecer francamente surrealista. Por eso, vamos a decir más bien que Jesucristo trae la revelación y la transfiguración porque asume pecados” (75). Así pues, añadirá: “se trata de decirle sí, intentando no preocuparse de las consecuencias terrenales de tal adhesión” (76): nadie puede servir a dos señores.
Por tanto, la relación personal con Jesucristo, renovada al responder a sus requerimientos, recuerda que las cosas importantes no pueden o no deben desvelarse, han de quedar entre Dios y yo, pero “el fiat de María hace eco a algo que ya está allí, es decir, a una irresistible nostalgia de Dios” (79).
José Carlos Martín de la Hoz
Jean Philippe Trottier, La profundidad divina de la existencia, ediciones carena, Barcelona 2018, 170 pp.