Son muchos los estudios acerca de la rápida expansión del Islam en Espana en los comienzos del siglo VIII. En esta ocasión el investigador del CSIC, prof. Javier Arce, nos ofrece un intenso y exhaustivo estudio acerca del establecimiento y evolución de los visigodos en Hispania hasta la llegada de las tropas musulmanas a la Península Ibérica.
Sólo conociendo en profundidad los avatares del mundo visigodo se puede entender qué mundo se enfrentó a las tropas bereberes que desembarcaron en las tierras de Tarifa y la famosa batalla de Guadalete que dio paso a la dominación del Islam durante tantos siglos en nuestras tierras.
La bibliografía magistralmente utilizada por el profesor Arce es completa y abarca no sólo crónicas y documentos escritos, sino que también aporta los resultados de los más recientes estudios arqueológicos y de las inscripciones halladas en tumbas y monumentos.
Es muy interesante la diversidad geográfica y grado de penetración del mundo visigodo en un mundo romano previo, pagano o cristiano, según zonas. En definitiva: la homogeneidad del reino visigodoen Hispania queda claramente en entredicho.
En cualquier caso el arrianismo de los monarcas visigodos hasta Recaredo provocaba división y falta de asimilación de amplias zonas por parte de las grandes familias romanas convertidas al cristianismo o las meramente paganas
Asimismo, como muestra el Profesor Arce, aunque se haya convertido Recaredo y parte importante de la nobleza al catolicismo, es claro que ni lo ha sido toda la población, ni todos los nobles. Esto aclara el hecho de que el Islam sea la oportunidad para muchos visigodos por su rápida conversión a la religión de los invasores y a su pronta asimilación en la nueva casta gobernadora del Al Andalus y máxime cuando se establezca el Califato Omeya en Córdoba: del Cristo reflejado en el Corán, al Cristo predicado por los arrianos hay muy poca distancia y muchas oportunidades humanas para ascender en el cuerpo social emergente o para recuperar el poder perdido: “La conversión del reino, en época de Recaredo, no fue ni completa, ni universal, a pesar de la propaganda de los cronistas o del propio Concilio III de Toledo. Que el rey se ocupe de los idólatras y paganos se comprende por su carácter de defensor y garante de la fe de su pueblo. Los obispos corroboran con entusiasmo” (p.255).
En este sentido creo que debe ser matizada la afirmación del Profesor Arce, para el 711: “Una sociedad más dinámica venía a sustituir a una sociedad anclada en la creencia de ser invencible por su fe” (p.20). Pienso que esto sólo sería válido para algunos y para algunas zonas, pues Hispania como la actual Península Ibérica siempre estará marcada por la orografía. Es, finalmente, interesante el estudio de la unión entre el catolicismo y el poder regio de los Visigodos desde Recaredo hasta el 711: ”El regnum dejó de existir cuando la Iglesia abandonó su función: el obispo de Toledo huyó a Roma en el 712, y el instrumento de gobierno -el concilio- dejó de funcionar como tal órgano supremo, y en ese momento dejó también de existir la estructura esencial de coehesión que mantenía al reino visigodo. Sin Iglesia no hay regnum” (p. 20 y cfr. p.299).
José Carlos Martín de la Hoz
Javier Arce, Esperando a los árabes. Los visigodos en Hispania (507-711), ed. Marcial Pons, Madrid 2011, 340 pp.