Deseamos presentar, aunque sea brevemente, una faceta del interesante trabajo del profesor brasileño Paulo Nogueira, sobre la historia del cristianismo antiguo, en concreto de las páginas que dedica el autor a la investigación acerca de los llamados apócrifos del cristianismo.
La utilización o uso de los libros apócrifos como fuente historiográfica es muy reciente entre los historiadores de ese período, por tanto, no solo como literatura menor y colateral, sino cómo signo constatador y corraborrador en el estudio de la Historia de la Iglesia antigua y, en concreto, de la vida corriente de los primeros cristianos y de las clases populares.
En primer lugar, nuestro autor recordará cómo el sentido común sigue imperando entre los investigadores serios de la historia, pues reconoce que ni los estudiosos católicos y cristianos en general, ni los historiadores civiles, desean interesarse lo más mínimo por una fuente como la apócrifa, completamente contaminada y tergiversada de raíz, por la falsedad de su origen, metodología, objeto y fin de la redacción de los apócrifos: “los hechos apócrifos son considerados como fuentes de un cristianismo exótico, aislado, cuando no herético” (78).
Estamos completamente de acuerdo con la dinámica de los hechos, pues, aunque sea verdad que “todavía no conocemos bien cómo vivían las cases baja en la Roma antigua y de qué modo articulaban sus experiencias en la sociedad” (33), está por ver que de los apócrifos puedan salir verdades claras.
Además, y este es el argumento clave de la historiografía católica, al no venir apoyadas las ideas contenidas en los apócrifos por los Padres de la Iglesia, sino denostada por falta de veracidad y, sobre todo, que falta una interpretación plausible y acorde con el sentido de palabra divinamente inspirada.
Lo único que realmente se puede colegir es que “el cristianismo se originó en grupos de desposeídos de Palestina en los años 30 y 40 de nuestra era, aunque al finalizar el siglo I ya se había esparcido por varias fuentes del imperio en comunidades que habían sido fundadas igualmente entre grupos de desposeídos (…) aunque lo que fue un movimiento rural se convirtió en predominantemente urbano” (35).
Finalmente, nuestro autor se va a detener a estudiar, según las últimas y más completas versiones publicadas los escritos apócrifos para ir constatando: “los exegetas muestran una evidente perplejidad ante el material que tienen ante sus ojos, por tratarse de relatos milagreros exagerados, sin valor doctrinal, histórico o estético. En la mejor de las hipótesis, serían narraciones sin ninguna referencia histórica” (107). Por ejemplo, la figura de Pablo en la historia de santa Teca: “se le muestra como un mago extranjero, sin belleza aparente, y además seduciendo con sus palabras a jóvenes aristocráticas. Pero esta percepción contrasta con el papel que se le da en el relato” (149).
José Carlos Martín de la Hoz
Paulo Nogueira, El cristianismo primitivo como religión popular, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 156 pp.