Desde las primeras líneas de este trabajo se observa claramente en él cómo aletea una gran ilusión por realizar la apologética cristiana de una manera nueva y vigorosa; aquella que proviene de una defensa dinámica la fe que “tiende a conquistar a otros para la verdad; exige la valentía de juzgar el error y el optimismo de abrir cuanto haya de humanamente positivo a una dimensión más alta” (1).
El autor de este magnífico trabajo, profesor Ramón García de Haro (1931-1996), teólogo moralista y jurista, destacó en su vida académica como profesor y maestro de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y como investigador del Instituto Juan Pablo II para la Familia, especialmente en el estudio de la moral fundamental, a la que dedicó las mejores energías, desde su ordenación sacerdotal en 1966, hasta su fallecimiento.
En el trabajo histórico-teológico que ahora recordamos, se adentrará en las raíces del pensamiento modernista desde el nominalismo del siglo XV, hasta la intervención del papa san Pío X en la herejía modernista con la Encíclica Pascendi y el Decreto Lamentabili, que derrumbaron lo que habría constituido la síntesis de relativismo y protestantismo.
Efectivamente, el teólogo modernista negaba la sobrenaturalidad de la Iglesia, de la Tradición, del Magisterio y de la Sagrada Escritura. Todo era juzgado crítica y desconfiadamente; separaban drásticamente el Cristo de la historia, del Cristo de la fe y, al primero, lo reducían a pocas unas pocas afirmaciones tomadas de su propia subjetividad y, además, no solo negaban os milagros, sino también la historicidad de la Iglesia y la realidad de los sacramentos, a los que deja reducidos a meros símbolos (82-86). En definitiva, las grandes verdades de la fe fueron reducidas a una “piadosa leyenda” (87), pues, como explica repetidamente el autor: “el verdadero problema está en aceptar o no la hipótesis del «proceso creador de la fe». Una vez admitido, la negativa a «seguir más lejos», aunque personalmente decisiva, es teoréticamente indiferente” (89).
Es importante recordar ante la crisis modernista, que la solución a los problemas planteados por la crítica textual es exactamente la misma que adoptaron loas primeros cristianos: “tener fe es contar con luces nuevas, que sería absurdo despreciar, para resolver también los problemas críticos y para descubrir si un camino está equivocado, porque ninguna verdad natural puede ser contraria a la Revelación” (90). Mientras que, para Loasy, tanto la revelación y la divinidad de Jesucristo, como los tres elementos claves “La Iglesia, los sacramentos, los dogmas, son fruto de la evolución del pensamiento religioso en la conciencia humana -o, dicho de otro modo, de la fe-” (97).
Por eso ante el rebrotar del modernismo, el futuro San Pablo VI exclamó en una alocución del 14 de diciembre de 1966: “Es preciso estar de acuerdo con Cristo por la Fe. Y después, hay que ser coherente con lo que se deriva de esto: la práctica de la fe” (350).
José Carlos Martín de la Hoz
Ramón García de Haro, Historia teológica del modernismo, ed. Eunsa, Pamplona 1972, 367 pp.