El final de este mes y el comienzo de vacaciones para muchos, está lleno de acontecimientos importantes. El 21, elecciones en Cataluña, el 22, la lotería, el 23, el clásico por excelencia de la liga y el 24, Nochebuena. Calendario agotador ¿Saldremos vivos de tanta tensión y de eventos tan notables?
Ante la disparidad de asuntos que nos implican en tan pocos días quizá nos podríamos preguntar qué es lo que más nos llena. No deja de tener interés que cada uno seamos capaces de interrogarnos con sinceridad: ¿qué es lo que más me importa? Es verdad que para los catalanes dos de las cuestiones son de mayor relevancia. Pero simplificando, lo interesante sería ¿qué es lo que más me importa? ¿La política, el dinero, los resultados deportivos o los acontecimientos religiosos?
Son aspectos muy diferentes de la vida. Ni contradictorios ni excluyentes, pero tampoco comparables. Si hiciéramos una encuesta para ver qué decía la mayoría ¿qué podría salir? Lo más importante en nuestra vida es… las cuestiones políticas, o sea, el orden en la sociedad, que haya paz, que se haga justicia entre todos los ciudadanos. Que haya igualdad o que todos tengan trabajo… En el caso del 21 de diciembre estamos ante un asunto grave como puede ser la unidad del Estado. No es que se juegue directamente esto, pero para muchos el resultado puede ser un indicador indirecto.
O la problemática del día 22 sería, seguramente, la más importante si hubiese más probabilidad de que nos tocase la lotería. Ante la experiencia común de que no toca, es decir, a la mayoría de la población no le ha tocado nunca, aunque siempre juegue, hace que el interés decaiga. Si se supiera que la lotería tocaría a la mitad de los que juegan -juegan casi todos- aunque fueran premios pequeños, el interés sería máximo. ¿Esto quiere decir que al paisano medio le interesa más el enriquecimiento personal que la justicia social?
Y ya parece locura que ante un partido de futbol se puede llegar a movilizar una inmensa muchedumbre, no solo los que puedan asistir en el estadio, si no tantos que harán lo imposible por no perdérselo en la televisión. Y habrá todo tipo de valoraciones, discusiones posteriores entre hinchas de unos y de otros. Y se volverá sobre si Cristiano se merece el título de mejor futbolista de la historia -título autoproclamado, algo nunca visto- o sí es Messi, evidentemente superior. Puede haber tortas sobre este tema, que no habrá ni por el tema político ni por el crematístico.
Y resulta que estamos en Navidad, 24 Nochebuena. Dios ha nacido entre los hombres. ¿Aporta el apasionamiento del futbol? ¿Llega a tener el interés del problema político del independentismo? ¿Supone la ansiedad de la posibilidad lejanísima de un premio de lotería? En realidad, el ambiente navideño transporta a un deseo de estar, de juntar a la familia, de celebrar, con una buena comida, con regalos. Pero hay un porcentaje no pequeño de personas que pretende el clima auténtico de celebración cristiana.
El belén, construido por todos, pieza a pieza, con ilusión nueva cada año, nos une a ese Niño Jesús que quizá solo pondremos el mismo 24, el día en el que el Niño Jesús nace. Y la misa del Gallo tiene un misterio inefable, una celebración distinta. Y los villancicos, y los adornos del árbol, y las cartas a los Reyes… Las simplezas del independentismo pasarán. Para que nos toque la lotería siempre podremos esperar al próximo año. El autobombo de un futbolista nos sonroja y luego nos olvidamos. Pero la Navidad nos llena siempre, siempre que signifique para nosotros la llegada del Niño Dios.
Ángel Cabrero Ugarte
Hahn, S., La Alegría de Belén, Rialp 2014