Hemos encontrado misericordia

 

En estos meses de preparación para el año de la misericordia que ha convocado el papa Francisco para toda la Iglesia católica, y para todos los hombres y mujeres que lo deseen vivir, conviene repasar algunos textos ya publicados al respecto, para apreciar cómo el atributo de la misericordia de Dios y, en concreto, la necesidad de acudir a la Divina Misericordia, es un aspecto capital de la vida de la Iglesia y de la predicación de los pastores desde hace tiempo.

El cardenal de Viena, uno de los grandes teólogos del mundo actual, nos recuerda en el trabajo que ahora presentamos, publicado hace pocos años, las líneas maestras que el papa Francisco ha subrayado en su bula de convocatoria de abril pasado.

En primer lugar Schönborn, nos resalta la importancia de la figura del papa san Juan Pablo II en el itinerario de la revalorización  del misterio de la Divina Misericordia. Precisamente el 2 de abril de 2005, en la víspera del día dedicado por la Iglesia a la divina misericordia, primer domingo después de Pascua, tuvo lugar su muerte, su dies natalis, su nacimiento a la vida eterna. Una fiesta que había empezado a celebrarse en la Iglesia universal desde el 2000, cuando el propio Juan Pablo II canonizó a  santa Faustina Kowalska (+1938), una sencilla religiosa de Cracovia a quien Dios había encargado difundir la devoción a la Divina Misericordia por el mundo entero. Era la primera santa del nuevo milenio.

Precisamente, en 1997, el propio Juan Pablo II, en un viaje a Cracovia, decía en una misa en Lagiewniki, el lugar donde vivió y está enterrada santa Faustina: "en cierto sentido, el mensaje de la Divina Misericordia ha formado la imagen de mi pontificado". De hecho en su último viaje a Polonia en 2002, consagró la nueva basílica de Lagiewniki, el Santuario de la Divina Misericordia: y decía en la homilía: "de aquí ha de salir la chispa que preparara al mundo para su última venída" (17.VIII.2002).

Como recuerda Schönborn: "El papa veía en ese mensaje de la divina misericordia la respuesta a las indescriptibles dimensiones del mal en el siglo XX" (22). Esa era la sustancia de una de las grandes Encíclicas del Pontificado de san Juan Pablo II: la Dives in misericordia (30.XI.1980).

Respecto al desarrollo teológico de la misericordia, objeto del libro del cardenal de Viena, comienza comentando que la "Misericordia significa no sustraer la dignidad del otro, sino verle en su dignidad y por ello alzarlo" (26). Y añade: "Esta será la misión de Jesús: tomar sobre si los pecados de su pueblo, dispuesto a morir, pero no solo por los pecados de su pueblo, sino por los de todo el mundo" (47). Por tanto, concluye: "Sin duda, la misericordia está considerada, con razón, como el centro de la predicación de Jesús, como el distintivo de su Persona" (49).

Respecto al objeto de la misericordia indica que: "La misericordia es concreta, no se refiere de algún modo a todos, sino a aquel que, aquí y ahora, precisa mi ayuda. Así vemos también obrar a Jesús en los encuentros con una persona individual. Se concentra plenamente sobre la persona que se dirige a Él y se entrega a ella" (59).

También es importante el comentario que hace Schönborn, en la última parte de su obra sobre la mediación de la Virgen: "Maria es querida en todo el mundo; a la Madre de misericordia acuden personas de toda la tierra" (151), y, paginas después, añade: "A través de María, Madre de misericordia, somos conducidos a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial y a asumir en nuestro corazón la misericordia de Jesús" (167).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Cardenal Christoph Schönborn, Hemos encontrado misericordia. El misterio de la Divina Misericordia, ed. Palabra, Madrid 2012, 201 pp.