Una de las cuestiones más interesantes de la historia de la espiritualidad, es comprobar y constatar la aparición, el desarrollo y la maduración de la formulación jurídica, de las diversas y variadas instituciones que Dios ha ido creando e infundiendo en el mundo, a lo largo de los siglos, como uno de los signos más característicos de la perenne juventud de la Iglesia creada por Él para continuar difundiendo el evangelio de Jesucristo hasta el final de los tiempos.
Así, el profesor de historia de la Iglesia de la universidad pontificia de la Santa Cruz de Roma y autor de numerosas obras divulgativas, acerca de la edad contemporánea, el doctor Alberto Torresani (Bolonia 1940), ha incluido dentro de su interesante estudio sobre la acción del papado a lo largo del siglo XX, diversos excursos sobre la aparición, desarrollo y formulación jurídica de lo que hoy se denomina Prelatura del Opus Dei.
Efectivamente, ya en el pontificado del santo Padre Pio XI, incluye nuestro autor una breve síntesis de lo que será el Opus Dei desde 1928, pues, aunque en ese momento estaba naciendo y apenas tenía más aprobaciones jurídicas que las del arzobispado de Madrid, ya le parece interesante señalar su nacimiento, como semilla en una masa que debería despertar al laicado e impulsarlo hacia la santidad (74-76).
Enseguida, Torresani hace una referencia al Opus Dei en el comienzo del pontificado de Pío XII, es decir en 1939, al término de la guerra civil española, para apuntar cómo Dios actuó a través de ese impulso de santificar las realidades temporales, en la precaria situación de la Iglesia y la sociedad civil en la España del final del conflicto. Posteriormente añadirá que aquellos jóvenes, movidos por el Espíritu Santo, unidos a su fundador, multiplicaron las personas, las tareas, las ciudades y, ya en la siguiente década de los años cincuenta, pudieron terminar de instalar residencias en las principales ciudades universitarias de España y comenzar la expansión por el mundo entero (97). Es decir, santificaron el mundo con sus vidas, por su compromiso bautismal.
Pocas páginas después, ya en 1947, comentará cómo el Fundador, san Josemaría Escrivá buscará un traje jurídico con los Institutos seculares, una primera ubicación del Opus Dei dentro de la Iglesia, aunque el traje resultara estrecho (115).
Enseguida desarrollará la cuestión de las Prelaturas Personales descritas en el Concilio Vaticano II; creadas para peculiares tareas apostólicas y, posteriormente, recogidas en el Código de Derecho Canónico de 1983.
Así fue cómo le correspondió al beato Álvaro del Portillo, cuando la situación estuvo ya madura (193) abordar con San Juan Pablo II, los trabajos oportunos para la aprobación. de la Prelatura del Opus Dei con estatutos propios, mediante la bula “Ut sit”, del 19 marzo de 1983 (237).
Fue para el santo Padre un motivo de gozo reunirse anualmente en Roma, aunque fuera en una audiencia breve, con jóvenes venidos del mundo entero relacionados con las labores del Opus Dei, pues esa juventud perenne de la Iglesia, tenía ojos y caras (238).
José Carlos Martín de la Hoz
Alberto Torresani, Storia dei papi del novecento, ed. Ares, Milano 2019, 301 pp.