Individualización

 

El concepto de bien común intrínseco a la cultura occidental cristiana, comenzó a entrar en crisis a finales del siglo XVII, según comenzó a romperse la confianza en la Iglesia, y a secularizarse la sociedad y a tomar distancia de la Iglesia Católica.

Es más, parece como si la cultura en Francia Alemania e Inglaterra quisiera evadirse de la vigilancia eclesiástica (127). El concepto de bienestar del individuo fue sustituyendo al de felicidad como logro de la salvación, y se ve la Iglesia como una oferta más, entre otras, de salvación (137).

Ese camino y su desarrollo, fueron el gran tema de investigación del catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Sarrebruck, en Alemania, Richard van Dülmen (1937-2004), quien publicó por primera vez las conclusiones de su estudio en 1997 y, posteriormente,  lo fue completando, añadiendo, comprobando, aplicando y rehaciendo hasta el final de su vida.

Es un gran acierto, por tanto, su publicación en castellano por parte de la editorial siglo XXI, pues van Dülmen representa un esfuerzo por localizar una de las claves de la secularización de la sociedad, como es la ruptura del concepto de bien común y el desarrollo y eclosión del individualismo. Así lo resume el propio autor: “la génesis del individualismo temprano-moderno dependió de factores del más diverso tipo y también reflejó de forma diversa las experiencias y condiciones de las personas. Desplegó su mayor eficacia allí donde la estructura doméstica tradicional se disolvió más rápidamente en favor de una nueva concepción de la familia, donde la nueva burguesía surgió como fuerza sociopolítica y donde se construyó una estructura estatal que propugnó el proceso de separación entre lo público y lo privado. Solo en este complejo marco puede imponerse la idea del hombre como individuo que debía desarrollar sus intereses individuales y alcanzar la autonomía individual” (164).

Un poco antes, lo refleja con gran agudeza Richard van Dülmen, tomando pie de una de las obras más significativas de la época. Parece como si se quisiera representar en la novela de Robinsón Grusoe una parábola en la que todos los hombres pudieran sentirse representados: “Todo hombre debe demostrar que es un ser racional, independiente y resignado a la voluntad divina; entonces no solo logrará el éxito material, sino también la benevolencia de Dios. Robinson Grusoe encarna así la incipiente fe ilustrada en el progreso y en el individualismo puritano burgués, capaz de dominar cualquier situación a base de fe en Dios y sentido burgués” (153). También es interesante las ideas que apunta acerca del concepto de matrimonio (127-129) y de la dificultad de la mujer para alcanzar su individualización durante este periodo (130).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Richard van Dülmen, El descubrimiento del individuo (1500-1800), ed. Siglo XXI, Madrid 2016, 174 pp.