La Baja Edad Media

 

Los siglos XI-XIV, constituyen el período de la Baja Edad Media que nos conduce al Renacimiento y a la Edad Moderna: tiempo de cambios y de aparición del pensamiento y de la  cultura mediante el crecimiento y estabilidad de las ciudades.

La editorial Siglo XXI ha tenido el acierto, para resaltar la importancia de ese periodo histórico, de reeditar una de las obras más importantes del famoso historiador medieval Jacques Le Goff (1924-2014) recientemente fallecido.

Nuestro autor, comienza su trabajo recordando que desde el año 1059 en que el papa Nicolás II estableció el nuevo modo de la elección del papado y la reservó a los cardenales, la Iglesia occidental se olvidó de la oriental, como ya lo hacía el poder político en el conjunto de los reinos de Europa. De todas formas el foco greco bizantino seguirá iluminando la cristiandad latina pues llegarán traducciones tanto desde Toledo, como desde los archivos romanos o desde Hungría. De hecho Pedro Lombardo introducirá en su Liber Sententiarum (1160) textos, por ejemplo, de san Juan Damasceno, del  De Fide ortodoxa, igual que los estudiantes de París podrán gozar de los escritos de Dionisio Aeropagita en traducciones latinas hechas por doctores griegos: "Es necesario tener acceso a los griegos, confiesa Alain de Lille aún a finales del siglo XII, porque la latinidad es indigente" (14).

El siglo XI es, por otra parte, el "siglo de los terrores colectivos" (35) que alimenta el arte románico que está naciendo (36) y hace "que los hombres solo encuentren refugio y esperanza en lo sobrenatural. La sed de Milagros se multiplica, la búsqueda de reliquias se intensifica..."(36). También comienza a mejorar la situación económica, por el aumento de la demografía, la agricultura y la artesanía (37).

Gregorio VII en 1075 condena la investidura laica y proclama los Dictatus papae que definirán en adelante la teocracia pontificia en ese momento (100) y hasta muchos siglos después, cuando Alejandro VI los usará para donar los territorios descubiertos en América al rey de Castilla.

También son interesantes sus opiniones sobre las cruzadas, pues para nuestro autor, el balance de las mismas "es francamente negativo. De los tres fines, confesados o inconscientes, que se habían fijado los promotores de las cruzadas y los cruzados, ninguno se había alcanzado" (152), es decir, ni se mantiene la conquista de los Santos Lugares, ni se proporciona ayuda eficaz a los bizantinos, y tampoco se logra unir a la cristiandad.

Después señalemos que: "A partir del siglo XII la cultura monástica comienza a ceder el paso a la cultura urbana. Los monasterios comienzan a ceder el paso a la cultura urbana. Los monasterios dejaron de ser los principales focos intelectuales y las ciudades se afirmaron como centros principales de elaboración de una enseñanza y de una cultura que se revisten al mismo tiempo de nuevos aspectos" (168). Las escuelas urbanas del XII inventarán el método escolástico: lectio, quaestio, disputatio y solutio que pasará a las universidades.

Finalmente señalemos que: "El siglo XIII es el extremo del péndulo: apogeo, zenit, cumbre y suma (203). Hay prosperidad económica, retroceso del hambre en Europa (1225-1315) por las mejoras hidráulicas y  roturación de los campos. Además, "Durante todo el siglo XIII se podrá encontrar en todos los campos esta característica de la preocupación por la institucionalización, la reglamentación y el orden" (215).

En 1300 Todos serán convocados por Bonifacio VIII para el primer jubileo de la cristiandad. Mientras tanto Marsilio de Padua en su Defensor Pacis (1324) defendía la teoría del estado independiente que lo mismo ataca al imperio que al papa. Marsilio abogará por la pluralidad de naciones frente al sacerdocio común: la sociedad humana unida para él es una utopía y Guillermo de Ockham (1290-1348) terminará por demostrarlo.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Jacques Le Goff, La Baja Edad Media, ed. siglo XXI, Madrid 2016, 398 pp.