La Biblia de cristal: ver desde dentro

 

Se lleva la novela histórica por que enseña deleitando, principalmente cuando el autor ha investigado bien la época. A esto añade la imaginación, con tal de no inducir a una idea distorsionada de esos tiempos. Me refiero a «Las ventanas del cielo», una nueva novela de Gonzalo Giner. Manifiesta esa voluntad de acertar en lo principal.

La acción transcurre en el siglo XIV cuando se levantan las catedrales góticas en España y en otros lugares de Europa. Sitúa al lector en Burgos, Lovaina, Brujas, Amberes, París, y otros lugares. El protagonista es Hugo de Covarrubias, hijo de un importante tratante de lana merina, el oro blanco, gran riqueza de la España de entonces, que exportaba a los Países Bajos. Hay varios escenarios, como estos mencionados, e incluso otros sorprendentes como Terranova y la pesca de la ballena, o el desierto de Túnez donde se extrae la sal verdadero oro de cristal. En todos ellos Hugo tendrá aventuras, bastante penosas tantas veces, y conocerá a su buen amigo tunecino Azewan y a Ubayda, el gran amor de éste. Más tarde recalará en Brujas acompañado de Ubayda, pues ha muerto el amigo sabio. En Bélgica Hugo descubrirá su talento para el dibujo de vidrieras llegando a ser maestro vidriero con buenas ayudas. Y desde Burgos, su patria, les encargarán las vidrieras de la Cartuja de Miraflores, que entonces se levanta con diseño de Simón de Colonia, a la vez que avanza la famosa Catedral.

Me parece oportuno destacar que Giner ha investigado a fondo la fabricación y restauración de las vidrieras, las ventanas del cielo como dice, pues es cosa poco conocida. Según la mente de entonces y de siempre, las vidrieras reúnen los cuatro elementos importantes de la creación: la tierra o sílice, el agua que interviene en los colores, el fuego que funde la sílice y hace las piezas de cristal, y la luz que transforma las vidrieras en la Biblia de cristal, pues enseñan la vida de Jesucristo, de la Virgen María, o de la Iglesia.

No siempre se entiende bien este gran arte, pues vistas desde fuera de una catedral las vidrieras aparecen grises como la piedra y encerradas en los amplios ventanales, pero no pueden leerse. En cambio, desde dentro, los visitantes sí pueden apreciar sus múltiples efectos pues los colores resaltan con la luz tamizada hacia el interior. Pero sólo durante las ceremonias, como la celebración de la Eucaristía o la Liturgia de las horas, las vidrieras adquieren su plenitud de sentido en la liturgia al crear una atmósfera espiritual que envuelve a los participantes, y reflejan la variación de la luz a medida que transcurren los minutos o las horas, como uniendo el tiempo y la eternidad, lo humano y lo divino. Como señala el autor, Dios creó la luz y los hombres hicieron las vidrieras.

Me parece que esta sencilla experiencia es algo trasladable a la visión que cada uno tenga de la religión católica, de la Iglesia, y del mismo Dios. Porque, visto desde fuera y sin implicarse para nada todo será gris y nada agradable; pero si uno se implica y hace el esfuerzo de entrar entonces puede llegar a descubrir de qué habla la fe y qué se vive en la Iglesia católica.

Además, el autor parte de una visión positiva de la vida cristiana y de la Iglesia, cosa que no se aprecia en otras novelas históricas, pues tienden a teñir de negro, -leyendas negras de la Iglesia- todo lo católico, y juzgando unos tiempos desde la sesgada óptica del laicismo actual. Finalmente, esta novela tiene ritmo, varios escenarios, aventuras y amores. Tiene también algunas escenas claramente sensuales, aunque no se deleita en descripciones sexuales detalladas como hacen otros. Algunos episodios parecen algo increíbles, y tiene un final previsible y feliz, cosa que no siempre está presente en las aventuras noveladas.

Jesús Ortiz López

Gonzalo Giner. Las ventanas del cielo. Booket 2018.