Con este interesante título comienza la colección Austral de los clásicos españoles, la recopilación de artículos publicados por nuestro filósofo más importante de todos los tiempos, José Ortega y Gasset (1883-1955), acerca de algo tan importante como la estética y la belleza según los cánones clásicos, lo que se convertirá a lo largo de la obra y de modo radical la piedra de toque del arte moderno y del arte en general.
En primer lugar, se detendrá a buscar una definición de arte, lo que hará mediante tanteos, bromas, ironías y comentarios jugosos de la realidad terminar por dar una explicación del arte, es decir: “lograr construir algo que no sea copia de lo natural y que, sin embargo, posea alguna sustantividad, implica el don más sublime”. Un poco más adelante, añadirá a modo de complemento de la definición de arte y entroncando, como no podía ser de otro modo, con la propia filosofía vitalista del filósofo, esa que en todas sus obras aparece como su aportación fundamental (yo soy yo y mi circunstancia) de la obra de Ortega: “El arte es reflejo de la vida, es la naturaleza vista a través de un temperamento, es la representación de lo humano. Pero es el caso que con no menor convicción los jóvenes sostienen lo contrario” (71).
A partir de las definiciones anteriores, se detendrá Ortega a subrayar la importancia de la persona y, por tanto, la escasa aportación del arte llamado moderno, que es siempre minoritario, clasista, confuso e incomprendido y los motivos de este hecho son, por otra parte, bastante obvios para nuestro pensador: “Por todas partes salimos a lo mismo: huida de la persona humana. Los procedimientos de deshumanización son muchos” (79). De lo anterior se deduce que cuando tenga que descender Ortega a detalles más concretos y deba describir el arte moderno pueda afirmar sin ambages y con claridad meridiana: “El expresionismo, el cubismo, etcétera, ha sido en varia medida, intentos de verificar esta resolución en la dirección radical del arte. De pintar cosas se ha pasado a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes internos y subjetivos” (85).
Lógicamente, para Ortega buen conocedor del arte que se estaba haciendo en Europa en su tiempo, se encuentra en verdad decepcionado y nostálgico: “En definitiva, vendría a significar que el arte nuevo es un fenómeno de índole equívoca, cosa, a la verdad, nada sorprendente, porque equívocos son casi todos los grandes hechos de estos años en curso. Bastaría analizar un poco los acontecimientos políticos de Europa para hallar en ellos la misma entraña equívoca. (…). En el arte cargado de ‘humanidad’ repercutía el carácter grave anejo a la vida. Era una cosa muy seria el arte, casi hierática” (92-93).
José Carlos Martín de la Hoz
José Ortega y Gasset, La deshumanización del Arte, ed. Espasa Calpe, Madrid 2017, 238 pp.