El Prof. Mark Greengrass, catedrático de Historia moderna de la Universidad de Sheffield, y de la Universidad de París-IV, ha estudiado las diversas etapas de la reforma luterana hasta llegar a La Paz de Westfalia donde se consumó la ruptura de la unidad de a fe cristiana en Europa.
La ruptura fue violenta, pues para Lutero la "redefinición era solo por la fe (sola fide) y su validación era solo por la Escritura (sola Scriptura). La autoridad papal era de origen humano, y no divino, y la autoridad ultima descansaba no en los papas, los concilios o los padres de la Iglesia, sino en la Biblia" (28).
A partir de ahí todo estaba roto para siempre: "Por debajo de las divisiones teológicas abiertas con la Reforma protestante subyacía una transformación de la naturaleza y manifestación del poder sagrado. Uno de los cambios más fundamentales fue el que se dio en las relaciones entre las instituciones eclesiásticas y las estatales" (29). Lutero entregó la Iglesia al estado para terminar dejándola en lo recóndito de la persona.
La atomización de la cristiandad no se hizo esperar: "Las nuevas fronteras de la fe separaban diversos tipos de protestantismo en el norte del catolicismo en el sur, enfrentando a unas comunidades cristianas con otras y agudizando las divisiones en la mente de la gente a medida que de los procesos en conflicto de la propia Reforma iban surgiendo identidades religiosas antagónicas" (41).
Por contraste nos dirá que el emperador Carlos V "sentía sobre sus hombros la herencia de la cristiandad y no la iba a rendir ante las opiniones de un monje que reescribía las tradiciones heredadas, pero también tenía que responder a las fuerzas políticas que el luteranismo había despertado y que extraían su legitimidad del tejido del propio imperio. Su intento de reunir las diferentes corrientes en favor de la reforma de la Iglesia y de reconciliar con esta a lo luteranos pareció por un tiempo que podía dar resultado" (303).
En el capítulo sobre el cisma (cap. 10) analiza los estudios sobre la vida y obra de Lutero y su crisis existencial. "Las paradojas de Lutero dejaban perplejos a sus contemporáneos; Erasmo dijo que no subiría al cadalso por ninguna de ellas" (371).
Respecto al Papa nos dirá: "León X no estaba totalmente equivocado, pero minusvaloraba dos elementos que se demostraron decisivos. Subestimó la determinación del elector Federico de Sajonia en cuanto a proteger a Lutero y malinterpretó el movimiento que se iba gestando a favor de Lutero" (377).
Pasando al problema de la reforma en Francia señala nuestro autor que: "Francia no necesitaba una Inquisición porque sus magistrados y gobernadores locales cumplan su función. El brutal exterminio de los valdenses en abril de 1545 en Mérindol (Provenza) y Cabrières (enclave papal del condado de Venaissin) ofreció la prueba" (419).
Una de las conclusiones importantes es esta: "Este periodo de la historia de Europa es comúnmente conocido como el de las guerras de religión. En realidad se trataba de contiendas políticas en las que la religión era la cobertura bajo la que se manifestaban los conflictos imperantes en la comunidad estatal y eclesial" (447). A lo que añade: "El pesimismo protestante se debía en parte a la recuperación del catolicismo como fuerza religiosa y política en Europa. En Europa oriental y central el equilibrio de fuerzas confesionales se inclinaba de nuevo durante la primera mitad del siglo XVII en favor de la Iglesia Católica Romana. Para los protestantes aquello era inexplicable" (536). Finalmente, nos dirá que "La desintegración de la cristiandad no trajo consigo el desmoronamiento del cristianismo. Al contrario, ya que en el ámbito religioso el paroxismo europeo vino acompañado de la misma mezcla de pasividad y actividad febril que tanto había caracterizado a la situación vivida en la esfera política. El establecimiento de una cristiandad católica de alcance global todavía iba a seguir suscitando el despliegue de una enorme cantidad de energía" (805).
José Carlos Martín de la Hoz
Mark Greengrass, La destrucción de la cristiandad. Europa 1517-1648, ed. Pasado y presente, Barcelona 2015, 855 pp.