A los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si no existiera. Bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. Y es que la indiferencia religiosa y el ateísmo nos rodean. Se trata de un fenómeno social amplio que condiciona la cultura de nuestra sociedad.
Creer en Dios, vivir la fe, es tener experiencia personal de Él y de Jesucristo. Una experiencia que lleva a descubrir que solamente Dios da respuesta a los interrogantes, anhelos y preguntas más íntimas y vitales del hombre. Significa que cuanto creemos no es un conjunto de verdades, de palabras o fórmulas, sino que nuestra fe es una adhesión a una Persona, a quien creemos y en quien hemos puesto toda nuestra confianza.
Sólo la fuerza del amor que nace de la convicción de que Dios sigue apostando por el hombre, y precisamente por el hombre de hoy, es capaz de superar complejos, persecuciones e indiferencias.
El cristianismo aprecia la razón y las preguntas. En primer lugar, porque el Cristianismo no se apoya en un acto de mera fe y sin capacidad crítica por parte de sus seguidores. Por el contrario, abraza con alegría la razón y acoge las preguntas críticas. En segundo lugar, el cristianismo es una religión tozudamente histórica. No es una filosofía, ni una espiritualidad, sino una relación con una figura histórica de la cual se dicen cosas históricas extraordinarias, sobre todo que su cuerpo resucitó de entre los muertos. Sí, la propuesta cristiana es asombrosa.
Muchas personas en la actualidad no tienen objetivos claros, no saben por dónde dirigir su futuro, o no saben cuál ha de ser el camino que deben seguir y por eso terminan tomando decisiones equivocadas que en algunos casos acaban tan mal que terminan arruinándoles la vida. Muchos en medio de su desesperación ponen su confianza en cosas vanas y hasta nocivas, como las drogas, el alcohol, el sexo desordenado, llevándolos cada día por un callejón sin salida y hundiéndoles, hasta que terminan por perder totalmente el sentido de la vida, llegando a casos tan extremos como el suicidio.
Pero no todo es tragedia y fatalidad. Hay esperanza para el que tiene fe, siempre hay una alternativa, por eso nos dice Jesús: “El que crea en mí, aunque haya muerto vivirá” (Jn 11,25). Es decir, nunca es tarde para encontrar el camino, así estemos por dificultades oscuras, o por situaciones de muerte o desolación, si creemos en Él, volveremos a la vida, tendremos una nueva oportunidad de salir de la oscuridad y caminar en la luz de Cristo.
No hay que perder la esperanza, si tú, o tu familia o alguien cercano, no tienen claro el camino, o están pasando por alguna situación de tristeza o dificultad, es hora de dejarse tocar por el amor del Señor, de aceptar la alternativa segura que nos podrá encaminar hacia un puerto firme. Confía en Jesús, pon toda tu fe en Él y te aseguro que tu vida tendrá sentido, te aseguro que a pesar de los problemas siempre encontrarás el camino, y podrás recuperar lo perdido y empezar de nuevo. Empezarás cada día con la seguridad de que Jesús está contigo y que tomarás las decisiones más acertadas siempre de la mano de Dios.
Emilio Montero Herrero
Jennifer Fulwiler. Un encuentro inesperado. Ed. Palabra 2015.