Es interesante compobar cómo tanto en la actual historiografía española como en la anglosajona se mantiene el interés por el estudio de las causas y del desarrollo de la guerra civil española (1936-1939).
Asimismo, el nivel de las investigaciones que se publican, nos muestran la categoria de los autores que centran su interrés por el tema y la época. A fin y al cabo, el conflicto español es clave para entender la Segunda Guerra Mundial, pero sobre todo, para entender el conflicto ideológico que no ha terminado todavia, por mucho que algunos den por enterrado el marxismo y su visión particular de la historia.
La lectura del trabajo de Payne, uno de los autores estadounidenses más afamados y con más títulos redactados a sus espaldas, es significativo de lo que llevamos escrito en esta reseña. Que Payne dedique su atención a la guerra civil en el 2014 indica la actualidad del problema.
En efecto, su visión no será si nuperficial, ni sesgada. Y, como siempre, no defrauda, como cuando afirma: “en España se inició en 1931 el único proceso revolucionario surgido en la Europa de entreguerras. Fue algo absolutamente singular en la Europa de esa generación, ya que ni lo atizó ni lo catalizó una guerra, sino que fue el resultado casi exclusivo de la acción de factores endógenos en tiempo de paz. Sin embargo, en 1931 no estaba nada claro que se estuviera iniciando un proceso revolucionario y no una transición a una democracia plena, ya que durante el siglo anterior los cambios súbitos habían sido un rasgo habitual de la vida política española” (21).
La dictadura de Primo de Rivera produjo un gran daño en los partidos y movimientos sociales de orden, de derecha, etc. Pues la rapida llegada de la Segunda Republica hará que solo la izquierda moderada o revolucionaria estuviera preparada para la elaboración de una constitción en absoluto representativa del país. Aunque desde 1931 hasta 1936, falta tiempo y pasan muchas cosas, pero permanece un concepto claro en la izquierda: la República les pertenece: “los republicanos de izquierda y los socialistas pergeñaron un regimen radicalmente reformista, que casi de inmediato procedió a cercenar los ciertos derechos y a silenciar a la oposición, convirtiéndose en un sistema que, como lacónicamente señalaría Javier Tusell, principal historiador político español de finales delñ siglo XX, ‘no era una democracia muy democrática’ y quizá esta sea la mejor síntesis que se ha hecho de la Segunda República” (25).
Y en los días claves de julio del 36, añade: “La principal fantasía era el sueño que tenía Azaña: una República radical pero no revolucionaria y semidemocrática que pudiera regir permenentemente los destinos de España” (69).
José Carlos Martín de la Hoz
Stanley G. Payne, La guerra civil española, ed. Ríalp, Madrid 2014, 330 pp.