La Investigación de la Suprema Inquisición española acerca del fenómeno de los alumbrados es uno de los temas más estudiados por la ciencia histórica del siglo XVI-XVII. Efectivamente, tras los casos encontrados de luteranismo en Sevilla y Valladolid, el Tribunal se concentró en este fenómeno, bien conocido desde las obras del historiador Melquíades Andrés.
Este es el ambiente en el que el novelista histórico Jesús Sánchez Adalid, famoso por novelas como El Mozárabe, Félix el de Lusitania, 30 doblones, etc., ha querido enmarcar su última novela "Y de repente, Teresa".
El autor desea con esta obra rendir un sentido homenaje a Santa Teresa de Jesús en el IV Centenario que estamos celebrando. Al exponer y enmarcar el Proceso Inquisitorial que se urdió contra ella por supuesto alumbradismo, lo que hace es realzar la verdad de una vida santa y de un extraordinario sentido común.
De todas formas convendría matizar, para el lector, algunas cuestiones. En primer lugar, el concepto de alumbrado. El autor afirma, poniendo en boca del inquisidor protagonista de la novela, lo siguiente: "Decía Melchor Cano que el mayor enemigo de la fe en España no era la herejía de Lutero, sino el alumbradismo: las sutiles maniobras de aquellos hombres y mujeres que, haciéndose tener por santos, con desprecio de la verdad, no buscan otra cosa que las bajezas de la carne, la consideración del mundo y el modo de rendirse fácilmente a la sensualidad de las pasiones". (151). En realidad habría que decir que el alumbradismo sería más bien un atajo para llegar a la mística sin pasar por la ascética. Es decir, hombres y mujeres aficionados a los fenómenos de tipo extraordinario, cuando en realidad, como muestra la teología espiritual, Dios habla en el silencio de la oración y del crecimiento de las virtudes. Dios nos pide la santidad ordinaria. De ahí que los dones sobrenaturales, como los naturales, sean concedidos no don para la admiración sino para la edificación. Por eso Santa Teresa, como las demás santas de la historia de la Iglesia, busque la cotidianidad en sus encuentros con Dios.
Asimismo hay que recordar que el tormento en procesos inquisitoriales requería tantas premisas y condicionantes que su ejecución ha sido minimizada por la investigación (289), frente a la práctica de los tribunales civiles. No olvidemos, como muestra sobradamente la historiografía, que el objetivo del proceso era la conversión del reo y su arrepentimiento, no la muerte y la tortura. Aunque es evidente que hay que denostar la propia existencia del Tribunal, pues nadie debe ser juzgado por sus ideas. Como ya hizo San Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000, cuando pidió perdón por el uso de la violencia para defender la fe.
Adentrarse en la Inquisición es materia compleja y ardua por los condicionantes jurídicos y teológicos de la materia, lo que suele provocar lentitud y hacer farragosa la lectura, pero Sánchez Adalid ha salido airoso de la prueba y el trabajo se lee con gusto.
José Carlos Martín de la Hoz
Jesús Sánchez Adalid, Y de repente, Teresa. Ed. B, Barcelona 2014, 570 pp,