En el reciente trabajo publicado por ediciones Sígueme, coordinado por la profesora Nuria Martínez-Gayol, acerca de la teología de la Reparación y, en general, sobre el tratado de la Redención, después de tratar de la crisis del concepto de pecado en la época del final del Concilio Vaticano II, se referirá al magisterio de San Juan Pablo II.
En efecto, en el rico Pontificado del papa Wojtila, destaca como una impresionante joya de la teología de su extenso e intenso magisterio, tanto el desarrollo de la Exhortación apostólica, Reconciliatio et Poenitentia, (Roma, 2.12.1984), como su recepción y aplicación en el mundo entero.
El texto del breve comentario está redactado por el profesor Fernando Millán, y antes de llegar a él, ha desarrollado un interesante y extenso histórico sobre esta cuestión, dentro del apartado general sobre la espiritualidad y la liturgia del sacramento del perdón, a lo largo de la historia de la Iglesia.
Efectivamente, hay que reconocer que el documento pontificio llegaba en el momento oportuno, después de la celebración de un sínodo sobre la Penitencia que, a su vez, venía avalado por la insistencia del Santo Padre en la necesaria recuperación del verdadero sentido de este sacramento, como fuente de gracia, de perdón, pero también como momento de intensa conversión.
Precisamente en los primeros números del documento, ya el santo Padre indicaba cómo el pecado personal, al separarnos de Dios se convierte en algo que daña nuestra relación con el creador, nuestro creador y nuestro amor. Pero, además, al romper el orden natural, también es un auto suicidio espiritual.
En seguida, nos señala el profesor Millán que el documento seguirá el esquema medieval tradicional de confesión-absolución-satisfacción, lo que es lógico por el momento delicado de necesidad de recuperación de la vida cristiana en occidente, aunque hubiera ya entonces algunas voces que desearan subrayar el aspecto de la satisfacción.
Precisamente, nuestro autor añadirá: “el documento rechaza de principio toda visión conmutativa o vindicativa de la satisfacción, ya que nuestras obras no pueden por si mismas reparar lo que el pecado ha producido. Por eso la satisfacción tiene una dimensión esencial cristológica, es decir, consiste en unirse a Cristo. Mas aun, toda satisfacción no es sino el fruto de la pasión de nuestro Señor Jesucristo (n. 31)” (298), aunque, lógicamente, se pida al penitente que la haga como pena medicinal, necesaria para recordar el sentido del pecado y restañar las heridas del alma.
Evidentemente, volviendo sobre la cuestión de la satisfacción del penitente, señala nuestro autor:” la satisfacción supone un signo de coinversión (del compromiso personal que el cristiano ha asumido ante Dios), con lo que se recupera una dimensión que era muy importante en la Iglesia antigua” (299).
José Carlos Martín de la Hoz
Nuria Martínez-Gayol (cood.) Retorno de amor. Teología, historia y espiritualidad de la reparación, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 366 pp.