La reforma en la Iglesia

 

El dominico y profesor Yves Congar (1904-1995), fue uno de los grandes teólogos e historiadores del siglo XX que influyeron en la renovación de la teología católica de la segunda mitad del siglo XX y, por tanto, del Concilio Vaticano II.

Fue perito conciliar e impulsor del ecumenismo y del papel de los laicos en la Iglesia. Desde 1968 hasta 1985, perteneció a la Comisión teológica internacional y fue creado cardenal por San Juan Pablo II en 1994.

Entre sus obras más importantes y características redactadas a lo largo de su fecunda producción teológica, vale la pena detenerse en este ensayo sobre la reforma en la Iglesia que ahora deseamos comentar acerca de los criterios históricos y teológicos que distinguen las reformas verdaderas de las falsas.

La cuestión no es baladí, pues los grandes reformadores de la Iglesia han sido siempre los santos, los humildes, pero también profetas rompedores, incómodos para sus contemporáneos, adelantados a su tiempo y, sobre todo, siempre llenos de la vitalidad del Espíritu Santo.

Por otra parte, como recordaba el santo Padre San Pablo VI en su encíclica “Ecclesiam suam”, la Iglesia está semper reformanda, pues la llamada a los orígenes a la revitalización forma parte de la “perenne juventud de la Iglesia”.

La primera condición para la luz de Dios emergente en un cristiano es la unidad: “la percepción profética ha de tener un desarrollo, pero no ha de ser un desarrollo propio, buscado por sí mismo; debe tener su desarrollo en la Iglesia, en el cuerpo y la vida de la Iglesia concreta” (34).

Enseguida nos recordará algo consecuente con el mandatum novum de la caridad que caracteriza a la Iglesia de Jesucristo: “el primer criterio me parece que estriba en mantener una cierta primacía de la caridad y del sentido pastoral” (36).

Asimismo, volverá al mensaje central de la teología del Vaticano II, la llamada universal a la santidad: “las reformas que han tenido éxito en la Iglesia son las que se hacen en función de las necesidades concretas de las personas, desde una perspectiva pastoral, por el camino de la santidad” (37).

Inmediatamente, añadirá con gran sentido común y sentido histórico, una afirmación tomada de la vida real: “El ministerio de almas es una gran escuela de verdad” (41), o sencillamente sitúa a cada uno en su lugar. Por tanto, nos dirá: “a la obligación que le incumbe al reformador de interrogar dócilmente a la tradición de la Iglesia responde, por parte de la Iglesia, un deber correlativo: entendiendo aquí por Iglesia no solo todo el cuerpo de los fieles, sino además la jerarquía y, en general, lo que los teólogos medievales llamaban los maiores” (133).

José Carlos Martín de la Hoz

Ives Congar, La reforma en la Iglesia. Criterios históricos y teológicos, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 141 pp.