El intenso desarrollo económico, la globalización de la sociedad y la reciente salida, o aparente solución, de la profunda crisis económica que hemos padecido en Occidente, han devuelto el interés por uno de los ensayos más clásicos de la economía del siglo XX.
Nos referimos, lógicamente, al famoso trabajo del economista canadiense Prof. John Kenneth Galbraith (1908-2006), quien redactó un detallado estudio sobre el desarrollo humanos y, más en concreto sobre la opulencia, que supuso un fuerte impacto y que ha venido siendo periódicamente reeditado desde 1958 hasta nuestros días, así como ha sido también traducido a lo largo de los años, a las principales lenguas.
Galbraith, ha sido comparado con el viejo profesor Keynes e incluso, en muchas ocasiones, denominado como el economista más grande desde Keynes y dotado como él de la mayor capacidad de pensamiento vivo, romper esquemas y lugares comunes, para llevar así a la humanidad al verdadero y sostenido desarrollo económico, político y social.
Evidentemente, la sociedad del bienestar y la posible extensión de la misma, en su expansión por el mundo, y en los ciclos económicos, ha llegado cada vez más a capas más amplías de la sociedad.
A la vez, ese desarrollo conlleva, según Galbraith dos peligros fundamentales; el primero es el de relajarse en el desarrollo sostenible que levanta a más personas de una situación de precariedad.
Por tanto, requiere, constantemente lo que llamaba Juan Pablo II la hipoteca social de los bienes, que ha producido instintivamente, lo que se ha denominado una economía social de mercado. Pero, como el libro precisa, la tentación del egoísmo no es imprecisa, sino muy real.
El segundo problema es que “del gran bienestar vienen los recursos para la producción de armas de siempre creciente peligrosidad, siempre con mayor capacidad para la devastación” (300). Verdaderamente es difícil que Galbraith pueda dar una respuesta a este problema pues eso sería salirse de su ámbito, puesto que en realidad afectaría más al sentido de la vida que a la estricta vida económica y política.
De hecho, la violencia, es actualmente un problema de gran importancia para todos los políticos, agentes sociales y económicos, y requiere un tratamiento educativo mundial.
En definitiva, es precisa una ética social que ponga límites al egoísmo, que desarrolle la solidaridad, de la que los jóvenes de hoy son un verdadero paradigma para las generaciones anteriores. Solo basta ver como los profesionales jóvenes españoles de hoy añaden con gran ilusión en su currículum vitae sus experiencias de solidaridad, los programas de colaboración en que han intervenido en el mundo del desarrollo, de la atención de enfermos, discapacitados, o en trabajos de voluntariado con emigrantes o desfavorecidos.
Es interesante lo que afirma Galbraith, casi al final de su obra: “Una sociedad tiene que realizar una tarea más elevada que la de analizar sus objetivos, reflexionar sobre cuanto efectúa para alcanzar la felicidad y la armonía y los triunfos que. O sigue en la lucha contra el dolor, las tensiones, la desgracia y la omnipresente maldiciendo de la ignorancia. También debe, en cuanto le sea posible, garantizar su propia supervivencia” (295).
José Carlos Martín de la Hoz
John Kenneth Galbraith, La sociedad opulenta, ed. Austral, Barcelona 2012, 323 pp.