Desde hace unos años el número de publicaciones y de estudios sobre santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), ha ido en aumento y esto ha ocurrido no sólo entre los historiadores de la Iglesia y de la Teología, sino también entre los profesores de dogmática y de espiritualidad, e incluso entre los especialistas en historia de la cultura, pues ven en ella la autora de tratados de medicina o de música.
Precisamente, el hecho de que el papa Benedicto XVI elevara a santa Hildegarda de Bingen y a san Juan de Ávila, el 7 de octubre de 2012, a la categoría de doctores de la Iglesia universal, ha disparado el interés por los contenidos teológicos, estrictamente hablando, de todas sus obras.
En este sentido es importante recordar que, por indicación divina, desde 1141, Santa Hildegarda había comenzado a dictar Scivias (el camino para ir al cielo) y ya había empezado a ser conocida, sobre todo desde que el papa Eugenio IV por recomendación de san Bernardo, leyera algunos pasajes de esa magnífica obra; después entre 1158 a 1163, compuso el Liber vitae meritorum, sobre la moral cristiana y, finalmente, redactó el último y definitivo trabajo en 1174: Liber divinorum operum.
Donde más ha despertado interés los trabajos de la benedictina alemana son en el campo de la teología simbólica, pues precisamente al expresar las luces recibidas de Dios con términos humanos ha de necesitar recurrir a las imágenes y símbolos.
Por eso conecta bien las obras de Hildegarda con esta rama de la teología, antigua y nueva, que es la teología apofática. Como decía Chenú sobre la teología del siglo XII, de Hildegarda, San Bernardo, etc: "toda realidad natural o histórica tiene un significado que sobrepasa su contenido concreto, significado revelado a nuestro espíritu con una cierta densidad simbólica" (85)
Así pues, el interés por el contenido teológico de las revelaciones de Dios a Santa Hildegarda de Bingen, ha hecho que trabajos como éste hayan sido muy apreciados. Por ejemplo, en una ocasión, la mística sajona se dirigía así por carta a una comunidad de monjas: "la vida espiritual debe ser cultivada con mucha dedicación. Al comienzo hay fatiga y amargura, porque exige renuncia a los placeres de la carne y cosas similares. Pero si nos dejamos fascinar por la santidad un alma noble encontrará dulce y amoroso el mismo desprecio del mundo. Es necesaria una inteligente atención a Dio para que el alma no se espante" (253).
José Carlos Martín de la Hoz
Giordano Frosini, Ildegarda di Bingen. Una biografía teológica, ed. Edizioni Dehoniane Bologna, Bologna 2017, 265 pp.