La edición bilingüe del texto sobre la Trinidad del gran teólogo Ricardo de San Víctor (+1173), es una gran noticia, tanto para la historia de la teología como de la espiritualidad cristiana, pues no sólo necesitamos conocer cómo estaba planteado el pensamiento teológico en el siglo XII, antes del nacimiento de las Universidades y del renacer teológico del siglo XIII, sino también comprobar cómo desarrollaban en ese período una verdadera teología arrodillada, en actitud reverente y contemplativa ante la revelación divina.
La obra de Ricardo es deudora de otros autores anteriores como son, en primer lugar, los Padres de la Iglesia, en especial los capadocios, pero también de San Atanasio de Alejandría (especialmente en el Símbolo Atanasiano, que es comentado en los tres primeros capítulo de la obra), San Hilario de Poitiers y San Agustín.
Pero también hemos de hacer una referencia muy concreta al tratado sobre la Trinidad que se conservaba inédito en la abadía y que había sido redactado por un antiguo abad de San Victor, el famoso Acardo de San Victor (1155-1161), luego obispo de Abranches (1161-1171). Pues, como era de esperar, muchas de las ideas y esquemas de este tratado fueron incorporados al nuevo.
La edición completa y crítica de este largo y laborioso trabajo pertenece al profesor Eduardo Otero Pereira, quien realiza también una extraordinaria introducción que merece la pena ser leída con detenimiento.
Indudablemente la clave de la cuestión está en el modo de tratar con veneración el dato revelado, lo que Ricardo de San Víctor realiza de un modo nuevo, mediante lo que llama "el misterio de comunión y del amor relacional", como nos recuerda en el prólogo Ángel Cordovilla (6).
Como era de esperar, el tratado produce admiración, devoción y deseos de conocer y tratar a Dios, aunque sin dejar de estimular la inteligencia del lector para meditar sobre esos misterios de la fe, aunque nos sobrepasen (Lib. II, cap. 15, p. 99).
El resumen es, por tanto, la unidad y la trinidad: "La verdadera caridad exige una pluralidad de personas, la verdadera inmutabilidad la eternidad de las personas" (Lib.3, cap. 6, p.131). Y más adelante señalará: "La necesidad de que en la divinidad haya pluralidad se prueba fácilmente a partir de la noción de persona, pero la posibilidad de que exista una pluralidad en la unidad de la sustancia es más fácil de demostrar que considerando la esencia" (lib. 4, cap. 19, p.203).
José Carlos Martín de la Hoz
Ricardo de san Víctor, La Trinidad, edición de Eduardo Otero Pereira, ed. Sígueme, Salamanca 2015, 367 pp.