James Amelang, profesor de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid, aborda en su último trabajo el problema de los judíos convertidos al cristianismo en la España del siglo XV y, asimismo, el problema de los musulmanes que llegaron al cristianismo después de la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492. El hecho de que aborde los dos problemas en simultáneo tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, como ahora veremos.

            El autor reconoce abierta y sinceramente en el prólogo de su libro ser un historiador general que se acerca a este tema por su complejidad: “el interés que suscitó esta asignatura entre nuestros estudiantes me impresionó tanto como su falta confesa de conocimiento acerca de un tema de estudio que, sin embargo, consideraban relacionado con una amplia variedad de temas actuales” (p.26). Asimismo, es importante recoger lo que añade poco después: “Si el cristianismo en la España moderna es un tema demasiado importante para dejarlo exclusivamente en manos de los que lo profesan, lo mismo se puede decir de la experiencia religiosa de las minorías perseguidas” (p.31). Efectivamente, el problema de este trabajo es no dar cabida a la cuestión teológica inherente al problema, dando por sentado axiomáticamente que ambos tipos de conversiones fueron forzados.

            Por otra parte, el libro no tratará de la coexistencia entre judíos, musulmanes y cristianos en el siglo XV: “lo más frecuente era una peculiar coexistencia, recelosa y vigilante, sin duda, pero pacífica, en general, basada en una amplia variedad de interacciones económicas, sociales y culturales” (p. 35).

            Precisamente, el hecho de que muchos de los musulmanes convertidos al cristianismo no hubieran actuado con libertad interior, aplicando la ley de la simulación, provocó esfuerzos por ayudarles a interiorizar esa fe, como reconoce el autor: “Muchos obispos y reformadores eclesiásticos también se oponían a que se tomaran medidas duras contra los moriscos. Su predilección por las tácticas apostólicas, pastorales, para conseguir la aceptación pacífica del cristianismo por parte de los conversos, les llevaba a enfrentarse con los del mismo bando que defendía una línea dura” (p.36). Así pues, la imposibilidad de que vivieran esa fe prometida en falso y el miedo provocó la expulsión: “Para la España católica los moriscos representaban una fuente múltiple de amenazas. Ante todo, se les veía como aliados potenciales de sus hermanos musulmanes del norte de África y de otros lugares del Mediterráneo”(p. 51).

            El caso judeoconverso fue muy distinto, pues fueron muchos los que se convirtieron de buena fe, como ha demostrado finalmente la historia. Y, además, tampoco se dio la unión de los judaizantes ni su agrupamiento, como en el caso de los moriscos.

            En cualquier caso “muchos españoles temían sinceramente que su sociedad estuviera habitada por multitudes de judíos y musulmanes ocultos” (p.108). La realidad de la fe como la vivían y sentían los hombres del siglo XVI parece no haberla captado el autor. La cuestión, por tanto, son los cristianos nuevos y moriscos, personas que se han bautizado y que ya no se pueden volver a atrás, es decir, debían vivir o no lo prometido, pero no regresar a su credo anterior.

 

José Carlos Martín de la Hoz

 

James S. AMELANG (2011), Historias paralelas. Judeoconversos y moriscos en la España musulmana, Madrid: Akal, 363 pp.