El profesor Carpintero al abordar su estudio del derecho natural en sentido cronológico, tanto de los autores que lo favorecieron y desarrollaron como los que lo denigraron u oscurecieron, aporta muchas luces acerca de la conexión entre derecho y cultura circundante que merece la pena considerar.
En efecto, nos señala Carpintero que “Durante el siglo XVII la filosofía escolástica era la enseñada en la mayor parte de los seminarios y universidades católicas, aunque solamente emergió en la escena pública en tono beligerante, cuando algunos teólogos católicos se opusieron al estado de cosas que estaba creando la mentalidad secularizadora y revolucionaria” (361).
Así fue como surgieron en el siglo XVIII, una serie de juristas, los llamados apologistas, como Ignatius Schwarz, Anselm Desing o Juan Francisco Finetti quienes al comprobar que: “la fe cristiana, y especialmente la católica, había sido atacada a lo largo de la Edad Moderna, y ahora la tarea fundamental era defenderla de los ataques de los censistas, materialistas, etc.” (361).
De hecho, el profesor Carpintero señala, que en el espacio de un siglo los intelectuales católicos habían pasado de dominar el pensamiento en las grandes universidades europeas y ser los creadores de la cultura a aparecer cómo quienes se habían quedado anclados en el pasado. Volvieron a la metafísica de Suárez. “la divisa para mantener el nuevo derecho natural, o para atacarlo, estuvo de hecho en el voluntarismo divino o en su negación en nombre de la metafísica” (365).
Efectivamente, en el siglo XVIII: “afirmaron la inmutabilidad de la ley y del derecho natural y buscaron una filosofía primera que otorgara refugio seguro a esa ley. Todos ellos enlazaron directamente con lo que parecía la tradición cristiana indiscutida: que la Creación se asienta en un orden de esencias eternas que provienen desde la Santidad de Dios” (366).
Y un poco más adelante, quizás para señalar más claramente el imperio suareciano al que se abocó el pensamiento, añade nuestro autor: “la terminología neoescolástica invade las páginas de los libros, porque «los deberes de los hombres hacia Dios, hacia sí mismos o hacia el prójimo, son objeto del derecho natural, formaliter, proprium, necessarium et quidem primarium»” (367).
Lógicamente, con el alborear del siglo XIX, y la llegada de la paz y la restauración monárquica en Europa, una vez concluido el ciclo revolucionario, los intelectuales católicos al mantenerse en sus presupuestos escolásticos suarecianos: “ya no se enfrentaban solamente a obras teóricas, sino también a toda una cultura política liberal y a veces laicista ya efectiva, que no solo les hacía de menos, sino que los presentaba como enemigos del progreso humano. obviamente, el tono de los escolásticos del siglo XIX fue bastante más contundente” (369).
José Carlos Martín de la Hoz
Francisco Carpintero, La ley natural. Historia de un concepto controvertido, ediciones Encuentro, Madrid 2008, 407 pp.