Los legados de Benedicto XVI

 

La llegada de Benedicto XVI al pontificado no fue ninguna sorpresa para muchos teólogos, periodistas y observadores eclesiásticos especializados en estas materias, puesto que  la mayoría de los cardenales de la Iglesia reunidos en el conclave, decidieron, movidos por el Espíritu Santo, optar por la continuidad mediante la elección de un pontificado breve pero muy importante para la Iglesia: la continuidad de los veinticinco años de san Juan Pablo II que habían llenado a la Iglesia de paz y de optimismo.

De hecho, en el interesante trabajo del profesor Alberto Torresani, miembro del Instituto de Ciencias Religiosas de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, acerca del Pontificado del siglo XX, se abordan diversas e importantes cuestiones de ese periodo clave de la historia y se especifican también los acontecimientos de los pontificados recientes.

Deseamos detenernos ahora, dentro estrictamente del ejercicio del ministerio petrino, que hace el profesor Torresani, a las abundantes páginas que dedica a este inolvidable Pontífice dimitido, el segundo de la historia, que, desde su retiro sigue rezando y ayudando al papa Francisco con su santidad y su discreción.

En primer lugar, recuerda nuestro autor el inestimable trabajo de colaboración con el Santo Padre Juan Pablo II, del cardenal Ratzinger como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe a la hora de la elaboración de tantos documentos magisteriales, como los que aclararon la teología de la liberación (187). Y, sobre todo, en los trabajos relativos a la elaboración del Catecismo, a la reelaboración del nuevo Código de Derecho Canónico y a los trabajos relativos a la reforma de la Liturgia, después del tsunami que atravesó la Iglesia de polo a polo en esta materia y que supuso tantos quebrantos para el pueblo cristiano.

Enseguida se entretiene en el impulso entre fe y razón con la cultura contemporánea y, para ello, estudia detenidamente las conferencias dictadas en Estados Unidos, París, Berlín, Universidad de la Sapienza, y las homilías en Inglaterra, donde se puede seguir esa mano tendida a la cultura contemporánea para que se abra camino a la visión trascendente del hombre y de Dios que no daña ni a la razón, ni a la fe.

En ese sentido se detendrá en las palabras del discurso de Ratisbona y en la necesidad de que las autoridades del islam se abran a la entrada de la razón (251), por supuesto en equilibrio con la fe y, de ese modo, puedan aportar al mundo de hoy la paz de las conciencias, que los hombres necesitan para ir a Dios en libertad (252).

Asimismo, el Santo Padre vuelve a pedir a los teólogos luteranos que vuelvan a cotejar la teología con la de Santo Tomás y no con la teología nominalista que Lutero manejaba (253), que recuperen la confianza en la libertad y en la razón que han sido creadas y redimidas por Jesucristo. De ese modo podremos trabajar juntos por la caridad y llegaremos a un ecumenismo real: el encuentro con Jesucristo (248).

José Carlos Martín de la Hoz

Alberto Torresani, Storia dei papi del novecento. Da Leone XIII a Papa Francesco, ed. Ares, Milano 2019, 301 pp.