El profesor de teología de la universidad Pontificia de san Dámaso en Madrid, José Granados, nos ofrece en este volumen interesantes reflexiones sobre los misterios de la vida de Jesús orientados a la contemplación cristiana.
Ya en el prólogo se nos impulsa a leer con detenimiento este trabajo: "Cada misterio significa la donación gradual del Espíritu al Hijo en su humanidad (…). La vida de Jesús ha sido un camino, recorrido en el tiempo, que ha conocido diversas estaciones o edades. En cada una de ellas se hace presente de manera nueva el rostro del padre y la revelación de su amor". A lo que se añade en tono directo: "Al conformarse al ritmo vita de Cristo, el creyente descubre el sentido de su propio caminar por el mundo, el cual consiste en un aprendizaje de la filiación, que se basa en la relación con Dios Padre, hasta llegar al abrazo definitivo con el creador" (9).
Después de recordar los planteamientos de la teología de la Historia y las ideas de Guardini al respecto: la obra salvadora de Dios consiste precisamente en santificar al hombre paulatinamente: "Si Guardini negaba una verdadera evolución, se debía en el fondo a su interés por mostrar cómo, merced a la unión hipostática, todo posible progreso del Señor está ya incluido en el origen" (39). Teología compartida: prolongamos la vida de los padres (46): "Al tomar sobre sí el tiempo humano, el Hijo respeta su estructura y dinamismo propio (…). El Espíritu Santo respeta pacientemente las leyes del desarrollo humano" (55).
Seguidamente, añadiremos con Von Balthasar en su teología de la historia: "El hombre pecador busca apoderarse de su destino. Jesús vive en la aceptación de los momentos paternos" (56). Interpretar el milagro significa entender el mensaje de salvación que, como arroyo de agua viva, discurre bajo su superficie.
Con todo ese antecedente, nuestro autor se detendrá en la Transfiguración del Señor: "sitúa en la vida de Jesús dos temas cruciales que constituyen el horizonte del viaje del hombre: su creación a imagen de Dios y su vocación última a contemplar al mismo Creador" (105). Porque, añade granados: "Le sucede a Cristo lo que a otros hombres santos, cuyo rostro rebosaba gloria después de conversar con Yaveh" (107).
Finalmente, se detendrá en una vibrante exposición sobre la contemplación de la cruz. "Si queremos ser salvados hemos de mirar también de hito en hito sus heridas radiantes" (111). Recuerda la prohibición de las imágenes en el Antiguo Testamento: "las imágenes de Dios son criticadas en la Escritura, porque confunden el rostro divino con una abstracción y sitúan al hombre en el papel del que contempla desde fuera y quiere dominar con sus ojos la realidad observada" (135). Y añadirá, entrando con fuerza en la contemplación: "La gloria de Yaveh, que residía en el templo, fue a posarse en la cruz, verdadero cimiento en el que se funda el universo. A partir de aquí va a elaborarse la doctrina de la cruz cósmica, que yace en la estructura intima de las cosas y rige el movimiento el cosmos. Esta cruz se identifica con la cruz del calvario, no ciertamente sobre la madera inerte, sino con el cuerpo crucificado de Jesús. Su cuerpo, vuelto glorioso, se prolonga en el cuerpo de la Iglesia. De aquí nace la visión referida en la carta a Diogneto (7,7), por la que los cristianos son capaces de salvar al mundo" (172-173).
José Carlos Martín de la Hoz
José Granados García, Teología de los misterios de la vida de Jesús, ed. sígueme, Salamanca 2009, 286 pp.