Los problemas de los primeros cristianos

El libro arranca con el hecho innegable del sepulcro vacío. Cristo ha resucitado exclamarán los apóstoles por toda la tierra y de generación en generación hasta nuestros días. Junto con la promesa del Espíritu Santo serán los pensamientos de esos primeros días: "No os alejéis de la ciudad" (42).

Seguidamente, el autor va rastreando, a lo largo del libro, través de los escritos del Nuevo Testamento, de los Padres Apostólicos y la literatura apócrifa, los problemas a los que tuvieron que enfrentarse los primeros cristianos: "Un estudio crítico de la historia de la Iglesia primitiva sirve para desterrar cualquier idea de que hubo un tiempo primordial perfecto  ideal, donde se gozaba de una unidad absoluta tanto en la doctrina como en la praxis" (305).

Las coordenadas del trabajo serán, en primer lugar la cronología: "Tal vez no sea difícil establecer que una historia del movimiento cristiano primitivo comienza con la aparición de la fe en que Dios había resucitado a Jesús de Nazaret de entre los muertos, de modo que su movimiento no habría muerto con él cuando fue crucificado, sino que tenía un futuro –aunque como veremos, incluso esto puede discutirse-. Determinar dónde acaba esta historia resulta mucho más difícil y mucho más polémico." (13).

En segundo lugar la terminología. Es decir, el término cristiano que hizo fortuna en Antioquía, "Es innegable, que desde el principio esos seguidores de Jesús tenían al menos esto e común: creían que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido de Dios, el Ungido o el Cristo, pese a lo mucho que pudieran distinguirse entre sí en otros aspectos. Esto los diferenciaba de aquellos judíos que no compartían esta fe, de tal manera que esos términos constituyen una forma sucinta de designar a esta fe compartida y a quienes comulgaban con ella. Resulta razonable, pues, que esos creyentes acabasen por sentir la necesidad de compartir ese nombre y lo considerasen acertado, ya que correspondía a una realidad que los unía entre sí y que los distinguía de los demás, en un principio de sus correligionarios judíos, pero luego también de los gentiles de su entorno" (18).

Y, finalmente, hay que precisar las fuentes. Nuestro autor comienza afirmando que "Toda historia es tan buena como sus fuentes se lo permitan" (23). En nuestro caso contamos con unas  fuentes excepcionales como son los textos revelados y contenidos en el Nuevo testamento, pero para llegar a formular esto, debe decirse cómo cumplen las duras condiciones que la crítica moderna ha puesto.

Desde los libros del Papa Benedicto XVI sobre Jesús, ya no hay miedo a reconocer tantas cosas positivas como ha aportado la ciencia histórica al conocimiento de la fe. Juntos fe e historia y, con la oración del cristiano, hacen creíble nuestra fe.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Alexander J.M. WEDDERBURN, Una historia de los primeros cristianos, ed. Sígueme, Salamanca 2015, 349 pp.