En estos últimos años, la filosofía parece volver a estar de moda, aunque solo sea por el número de ensayos que se están publicando acerca de los problemas cotidianos de la gente sencilla, del hombre corriente: la familia, la amistad, el trabajo, la violencia, la paz, la confianza, el amor, el dolor y el sufrimiento, el sentido de la existencia. Ese es el gran mensaje esperanzador que nos desea transmitir el filósofo Miquel Seguró Medlewicz, en un interesante y sugerente ensayo titulado: La vida también se piensa.
Precisamente, el gran interés del libro que ahora presentamos, es mostrar cómo la razón humana, la reflexión, el saber ir más allá de las primeras impresiones, el preguntarse por el porqué de las cosas, en definitiva, el tener acceso a la sabiduría, constituye el mejor antídoto contra el peligro de la cultura líquida.
Bien es verdad, que en muy pocos años parece haberse impuesto en la cultura occidental no sólo un análisis de nuestra sociedad como aquella que procede del pensamiento líquido, sino que parece teledirigir las áreas del pensamiento en esa dirección, tal y como lo ha sabido captar hábilmente el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), a través de la observación de nuestra manera de vivir y la actualización del análisis de aquel viejo pensador griego Parménides: “panta rei”, todo fluye, todo es movimiento.
Así sucede en gran medida, con el trabajo que ahora comentamos, pues desde el arranque del mismo, es decir, del ensayo filosófico del profesor Miquel Seguró Medlewicz, investigador de la Universitat Ramon Llull de Barcelona y docente en la Universitat oberta de Catalunya, se plantea la utilidad de la filosofía y del quehacer filosófico en nuestra sociedad contemporánea.
Enseguida, después de recordar los grandes sistemas filosóficos vigentes en la actualidad, hace aparecer la religión de modo natural y ocupando de veras un buen espacio en la investigación, mucho mayor del que se le suele dedicar en otras obras de este tipo. Distingue entre el relegere de Cicerón al religare de Lactancio para animar al lector a revisar la importancia que han tenido estas dos facetas desde los comienzos del cristianismo hasta nuestros días (168).
Es necesario asentar y remansar nuestra vida y precisamente, concluye Seguró, “la filosofía y la historia pueden estimular, sugerir e incentivar la propia senda del pensar, aunque no ofrecer un elenco completo de respuestas. A lo sumo, despierta la pasión por la pregunta y por aprender a vivir en el espacio intermedio del que interroga, del que sabe cosas, pero querer saber más del que alza el vuelo en busca de la bóveda celeste sabiendo que los pies están para pisar la tierra” (206).
Para terminar estas líneas, recordemos el ansia de verdad que anida en el corazón del hombre, a la que la filosofía, como amor a la sabiduría, contribuye a desarrollar grandemente, al igual que impulsa al diálogo sincero, al escuchar y al meditar: “ser responsables de ser lo que somos y sobre todo de lo que podemos ser, en el sentido primario del respondere latino, que es el de dar respuesta a esta vocación” (207)
José Carlos Martín de la Hoz
Miguel Seguró Mendlewicz, La vida también se piensa, ed. Herder, Barcelona 2018, 221 pp.