Como es bien sabido el concepto cristiano de predestinación es radicalmente distinto del que pueda existir en otras religiones donde no existe el tesoro de la Revelación, ni tampoco el concepto católico es igual al de otras confesiones que se desgajaron del árbol de la fe plantado por Jesucristo.
Precisamente, el propio Jesucristo nos dejó claro que Él es el Camino, la Verdad y la Vida y que, por tanto, siempre podremos recibir y vivir de su amor. Estamos predestinados a ser objetos inviolables de su amor.
La Predestinación cristiana poco tiene que ver con el destino ciego e ineludible (167), sino con una invitación eterna de Dios al amor, a su seguimiento, y, por tanto, a una invitación tanto a regresar al amor si nos hemos perdido, como a renovar el amor constantemente.
Precisamente, el sacerdote operario diocesano y profesor de Teología, el toledano Juan Manuel Cabiedes que lleva, desde su doctorado en teología y antropología cristiana por la Gregoriana de Roma, desarrollando una amplia labor pastoral y de investigación en España y en diversos países americanos, se ha detenido en esta apasionante materia al hablar de vocación.
En efecto, el Prof. Cabiedes, al entrar al realismo vocacional, a un Dios creador y redentor que nos llama, que nos asocia a su obra redentora, que toma a cada alma como única y le entrega un camino vocacional, la está destinando al cielo, pero siempre libremente.
Enseguida, nuestro autor nos hablará de fidelidad, de esa fidelidad de Dios de la que nos habla el libro del Éxodo y de la fidelidad quebradiza humana, pero a la que se le da siempre una oportunidad nueva (174).
En la obra que estamos comentando impresiona mucho el realismo de las expresiones y de los argumentos; hay una verdadera alianza vocacional entre Dios y el hombre, puesto que es una llama personal (179).
Especialmente vibrante son los párrafos en los que nuestro autor, al explicar la vocación, el don de sí a Dios y el don de Dios al hombre, se detiene al hablar de la cruz salvadora: “Solo redime el amor incondicionado” (196).
la llamada a la intimidad divina, en el corazón de cada cristiano, es muy intensa: “Y habiendo hecho experiencia de ser amado, Jesús es un hombre que sabe amar de manera auténtica y profunda. Es una constante. Basta recordar episodios emblemáticos del Evangelio en los que Jesús aparece involucrado en relaciones con diversas personas que tienen distinto significado en si vida” (212).
José Carlos Martín de la Hoz
Juan Manuel Cabiedes, Antropología de la vocación cristiana. De persona a persona, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 265 pp.