En el opúsculo "¿Qué es una nación?", Renan niega que la raza, la religión, la geografía e incluso los intereses comunes basten para fundamentar una nación. Tampoco la lengua: "La lengua invita a reunirse, pero no fuerza a ello" (pág.29). "Malos modos son estos- dirá en otro lugar- de agarrar por el cuello a las personas y decirles: Hablas la misma lengua que nosotros, luego nos perteneces. El hombre no pertenece ni a su lengua ni a su raza; no pertenece más que a sí mismo, pues es un ser libre, un ser moral" (Discours et Conférences).
Tampoco admite que la historia o los derechos históricos sean el fundamento inconmovible de la nación: "Las naciones no son algo eterno. Han comenzado y concluirán. Probablemente las reemplazará la confederación europea" (pág.39). ¡Qué clarividencia en un hombre del siglo XIX!
Una vez expuestos los criterios negativos para constituir una nación, el autor pasa a definirla y lo hace con palabras hermosas. La nación es un principio espiritual, un deseo de convivencia: "Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos, querer aún hacerlas; he ahí las condiciones esenciales para ser un pueblo" (pág.37). "Una gran agregación de hombres, sana de espíritu y cálida de corazón, crea una conciencia moral que se llama nación" (pág.40).
"Una nación -Renan piensa en Alsacia y Lorena, pero nosotros podemos pensar en territorios más próximos- no tiene interés en anexionarse o en retener a un país en contra de su voluntad" (pág.39). La solución para el autor es el plebiscito: "El voto es el único criterio legítimo al que es necesario volver". "Una provincia son sus habitantes; si alguien tiene derecho a ser consultado son sus habitantes" (pág.39).
Las naciones también tienen sus defectos: "Suelo decirme que sería el más insoportable de los hombres un individuo que tuviera los defectos considerados como cualidades en las naciones; un individuo que se alimentara de vanagloria, que fuera envidioso, egoista, pendenciero, que nada pudiera soportar sin sacar la espada" (pág.40). El remedio es olvidar repite el autor: "La unidad siempre se ha hecho brutalmente" (pág.15). "La esencia de una nación es que los individuos tengan muchas cosas en común, y que todos hayan olvidado muchas cosas" (pág.16).
El autor es consciente del peligro de que el principio plebiscitario conduzca a la secesión y al desmenuzamiento de los Estados a merced de voluntades poco ilustradas (pág.39). Véase con que delicadeza califica el autor a los agitadores políticos como "voluntades poco ilustradas". Sin embargo, la alternativa es el sufrimiento y la guerra. Renan lo sabe y exclama:
"¡Pobre humanidad! ¡Cuánto has sufrido! ¡Cuántas pruebas te esperan aún! ¡Que el espíritu de sabiduría te guíe para preservarte de los innumerables peligros de los que está sembrado tu camino" (pág.40).
Juan Ignacio Encabo
Ernest Renan. ¿Qué es una nación? Sequitur, 2014.