Observando las recientes incorporaciones a la universidad me surge una duda apremiante. ¿En los colegios están enseñando a los alumnos a estudiar? Parece elemental, quisiéramos creer que eso es primordial, pero yo no lo veo tan claro. La cuestión es, antes que nada, ponernos de acuerdo sobre qué significa estudiar y, de entrada, se me ocurre que debemos partir de la idea de búsqueda de la sabiduría. Es decir, creo que el estudiante debe ser alguien con interés por saber.
En los colegios, a los alumnos les enseñan a solucionar problemas, procuran que sean competentes para realizar cuestiones prácticas. Cuando tienen un texto delante lo leen, pero les falta capacidad de análisis y, sobre todo, capacidad de búsqueda para investigar, para explorar datos que añadir, para saber más sobre lo que se lee; falta el empeño de memorizar ciertos aspectos. Vamos, lo que siempre hemos considerado “chapar”, echar codos, meterse a fondo en las materias.
Hay una obra recientemente publicada, una novela que mezcla ambientes muy reales y duros con un cuento sobre unos personajes de hace mil años. “Un mapa de sal y estrellas” es una novela original donde los personajes más reales son los de hace mil años. Al-Idrisi, es un cartógrafo comisionado por el rey Roger II de Sicilia para crear un mapa del mundo, allá por el siglo XII. La historia que se cuenta en esta novela, mezclada con la historia reciente de unos desplazados por la guerra, es un cuento fantástico, pero con un personaje histórico que es el cartógrafo.
Al-Idrisi es un hombre con mentalidad universitaria. Tiene afán de saber. Entiende que sus estudios pueden ser útiles a los hombres de aquella época y, seguramente, como así fue, a los de épocas posteriores. Le apasiona la posibilidad de descubrir cómo es el mundo, recorrer tierras ignotas, para que consten, con todos los detalles posibles, en el mapa espléndido que, realmente, termina dibujando. Un hombre sabio, porque se ha empeñado en saber.
Ahora en la universidad los estudios se programan en base a las competencias. Se pretende que los universitarios sean competentes para realizar cosas prácticas. Pueden salir estupendos médicos, magníficos ingenieros, pero muy pocos sabios. En realidad, les forman para que tengan unos trabajos muy lucrativos, pero en pocas universidades se les ayuda a saber, a tener esas capacidades que hemos visto en universitarios de los últimos siglos.
En los colegios aprenden muchas cosas prácticas. Tan prácticas como, por ejemplo, aprobar la selectividad -o sea la EBAU-, es decir, los trucos. Lo importante es que sepan apañarse para situarse en la vida y esto les parece muy bien a los papás, que para sus hijos quieren dinero, bienestar. Ya que sepan, que sean sabios, pues vaya usted a saber a quien puede tocarle eso. Estudiar, estudiar, ahora solo estudian inglés. Algo es algo, porque tendrán alguna experiencia de lo que significa dedicar unas horas para memorizar, entender, saber un idioma.
Pero la filosofía, la historia, la teología, la pedagogía, la geografía - ¡la cartografía!- la filología, la literatura, no sabemos dónde pueden quedar. Eso apenas da dinero. Forman a la persona, sirven para formar a las personas, para ir al fondo de lo que es el hombre, de la vida del hombre, pero eso no da dinero y supone estudio.
Ángel Cabrero Ugarte
Jennifer Zeynab Joukhadar, Un mapa de sal y estrellas, Lumen 2018