Es importante, antes de nada, clarificar que secularización es un término distinto de secularismo, pues una cosa sería la distinción entre los ámbitos del mundo o las esferas de actuación de la Iglesia y del Estado y otra serían los fenómenos de reequilibrio, de predominio de la lectura de la vida con la perspectiva de la existencia o no de Dios y de las diversas variaciones.
En ese último sentido, gozamos de dos documentos excepcionales para poder estudiar ese fenómeno, casi contemporáneos, aunque, lógicamente de muy distinto rango, a los que acudiremos a buscar luces.
En primer lugar la Constitución Dogmática Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, donde se estudia los ámbitos de actuación del mundo secular y su autonomía (n.45). A la vez, estudia el Concilio la Iglesia y su doctrina salvadora y hace una llamada al diálogo fecundo, pues las dos parten de la dignidad de la persona humana y ambas desean llevar al hombre a la felicidad. Quizás podría resumirse la primera cuestión con una afirmación clave del Concilio, sobre cómo Dios ama y busca a cada hombre, a cada persona humana: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador" (n.19).
En segundo lugar deseaba fijarme en el texto de san Josemaría, "Amar al mundo apasionadamente", donde explicaba que hay un anticlericalismo bueno: "Me gusta que el católico lleve a Cristo no en el nombre, sino en la conducta, dando testimonio real de vida cristiana. Me repugna el clericalismo y comprendo que —junto a un anticlericalismo malo— hay también un anticlericalismo bueno, que procede del amor al sacerdocio, que se opone a que el simple fiel o el sacerdote use de una misión sagrada para fines terrenos" (Conversaciones, n.45).
Finalmente, deseaba ahora presentar un interesante estudio de la cuestión realizado en Estados Unidos por una personalidad de la Comunicación. La autora del trabajo Mary Eberstadt hace un recorrido acerca del proceso de secularización y se fija en diversos factores y elementos. Especialmente dedicará largos epígrafes, con datos tomados de estudios sociológicos y antropológicos para concluir que la pérdida de Dios y la pérdida del sentido de familia cristiana han corrido en paralelo (166).
Evidentemente, en una sociedad globalizada como la nuestra, con constante trasvases e influencias, se hace más necesario que nunca análisis que nos ayuden a entender el mundo en que vivimos y a conocer el pensamiento de otros intelectuales creyentes y pensantes para aprender y continuar, como decía san Josemaría, iluminando el mundo desde dentro con la luz del Evangelio.
José Carlos Martín de la Hoz
Mary Eberstadt, Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios, ediciones Rialp. Madrid 2014, 302 pp.