Sobre la violencia

 

Con este sencillo y expresivo título, el filósofo esloveno Slavoj Zizek (Liubiana, Eslovenia 1949), afincado en Nueva York, y dotado de gran predicamento en el área anglosajona, se adentra en el análisis de unos de los temas más importantes en el actual panorama cultural de occidente.

La cuestión del origen, causas y soluciones del problema de la violencia ha sustituido a preocupaciones tan importantes como el de la crisis económica y ha provocado importantes posicionamientos de los líderes de los países y de los creadores de opinión pública.

Zizek ha reunido en este trabajo seis ensayos filosóficos sobre la cuestión ya publicados anteriormente, en diversos lugares, con la intención de aportar un análisis hondo, sereno y certero y también con la ilusión de aventurar alguna posible vía de solución.

En efecto, los ensayos propuestos por Zizek, tienen de común estar dedicados la materia de la violencia desde diversos ángulos y a la vez buscan reflejar diversos enfoques sobre la cuestión, pero les falta armazón y exhaustividad, por lo que pierden algo de interés según avanza la lectura del libro, pues resulta bastante repetitivo.

En realidad, este filósofo rompedor y habitualmente deslenguado, tiene poco que aportar a este diálogo, pues fuera de su habitual sorna y de su manera rompedora de razonar, en la que abunda la habitual falsedad del pensamiento moderno marxista de la posverdad, carece de una antropología metafísica...

Precisamente la raíz marxista de su pensamiento y su antropología materialista le incapacita para proporcionar soluciones, aunque sí al menos aporta la incoherencia de otros autores y la suya misma, pues sin metafísica es imposible romper el círculo vicioso en el que ha entrado el pensamiento actual.

Basta con un pequeño ejemplo; en una sociedad global como la nuestra en la que la belleza, la verdad, la solidaridad y el bien común se van abriendo camino como valores de los jóvenes, Zizek continúa con un discurso de banalización del sexo en el que muestra no entender el valor del amor, de la ternura y lo confunde con un vulgar uso del sexo (46).

También resulta interesante las constantes referencias al profesor marxista y dramaturgo francés Alain Badiu (Rabat 1937) a lo largo del trabajo unas para denigrarlo y otras para seguirlo, pero siempre en la línea de criticar a todos y a todo lo que se dice (48).

Es también interesante que cuanto más ataca Zizek a la religión más la señala como la única vía de solución del laberinto dentro del pensamiento posmoderno, pues solo rompiendo por la apertura a la trascendencia, se podrían alumbrar verdaderos caminos de verdad. Por ejemplo, cuando se ataca el ateísmo de la mayoría de la población de Israel, a la vez que se recoge la opinión de uno de los dirigentes judíos: “Se muy bien que Dios no existe, pero aun así creo en que nos dio la tierra del Gran Israel” (150). Enseguida citará a Alain Badiu: “Israel es una extraordinaria mezcla de Revolución y reacción, de emancipación y opresión” (151).

Particularmente penoso resulta su ataque a la Iglesia Católica, a la que acusa de tener dentro de sí una violencia institucional y, por tanto, propone una investigación para demostrar que posee la falsedad de creer en Dios, lo que repugna a la razón de Zizek, encerrado en su materialismo ateo (200).

Todo su trabajo se reducirá a un círculo de investigación cerrado: “hemos viajado desde el rechazo de la falsa anti violencia a la aprobación de la violencia emancipatoria” (243). Es decir, no ve soluciones porque no va más allá de lo material.

José Carlos Martín de la Hoz

Slavoj Zizek, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, ed. Austral, Madrid 2016, 287 pp.