En este este original y documentado ensayo sobre el tiempo, Rüdiger Safranski firma uno de los trabajos más importantes de su carrera como escritor. Verdaderamente se aplica a esta obra lo que él mismo afirma al comienzo de la misma, con gráfica expresión: "La huella del tiempo" (16).
Como nos recordará una y otra vez en este trabajo, es importante, aprovechar el tiempo. En el medievo ya se hablaba de la acedia, del tiempo sin Dios (32), y del miedo al vacío (38). Desde luego, Safranski nos recuerda la unidad entre Creación y providencia (60). De hecho, Dios no se olvida de sus criaturas, las sostiene en el ser (60).
En cualquier caso, según nuestro autor, vivir es gozar de la confianza de Dios (79) y de la confianza en Dios. Además, el tiempo ahora es igual que en otro lugar del planeta (98) De hecho, es importante ver como los ejecutivos y las empresas, miden el tiempo y lo gestionan, huyen de los ladrones de tiempo, pues es materia que escasea (110): "La vida castiga al que llega tarde" (115).
La crisis económica reciente le ha hecho replantearse que lo que provoca el hundimiento de los negocios es un reajuste de valores. "la crisis golpea el futuro y abre los grandes agujeros en los que la economía financiera amenaza con desaparecer una y otra vez" (120). La velocidad influye en la crisis financiera, entendida como crisis en la administración del tiempo. También el tren de alta velocidad lleva a la contemplación del paisaje, de otro modo en medio de tal alta velocidad (127).
Son interesantes las referencias al hombre y la teología del instante: "Nosotros, los animales inteligentes, que hemos inventado el conocimiento, conocemos también el tiempo, el propio y el del mundo, y sobre todo la diferencia entre ambos tiempos" (133). De hecho, los ciclos de tiempo griegos, recordaban a la pleamar y bajamar de los océanos, a los ciclos del campo, en la siembra, la recolección (135). Recordando a cómo el cristianismo destruyó esas concepciones señala: "En el plano histórico, con el cristianismo se ha presentado una concepción nueva por completo del tiempo del mundo. Hemos hablado ya de su administración bajo el aspecto de la historia de la salvación, de la esperanza, de la idea fija del tiempo que se hace escaso, y de las prohibiciones de dilapidar el tiempo que iban unidos con ello". Y añade, recodando el libro de las Confesiones de San Agustín: "Todo el libro está dispuesto como un diálogo con Dios, con el Señor del tiempo" (136).
En esta línea vale la pena leer despacio el tratamiento que hace nuestro autor sobre la Resurrección de Jesucristo: su clave capital para la fe cristiana, pero también las referencias al "nunc stans", el instante, del Maestro Eckhrat (229), pues la Resurrección, marca en este instante la prueba definitiva de la sobrenaturalidad de la Iglesia y de la divinidad de Jesucristo (241). De ahí la importancia habitual de la oración cristiana (242).
José Carlos Martín de la Hoz
Rüdiger Safranski, Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir, ed. Tusquets, Barcelona 2017, 268 pp.