En el prólogo de este libro, los editores nos han dejado escrito que el origen del mismo radica, entre otros fundamentos, en una amplia discusión celebrada en 1991 en el marco de la realización de un documental.
En efecto, precisamente, el capítulo final reunió a seis científicos: un físico, un biólogo, un paleontólogo, un historiador de la ciencia, un filósofo y un neurólogo, para discutir acerca de: “El origen de la vida, el significado de la evolución y la naturaleza de la conciencia” (9).
Lo más interesante, al parecer, de la larga discusión que quedó grabada en el episodio de aquel famoso documental para la televisión titulado “A Gloriosus Accident”, parece que se puede resumir en lo siguiente: “Sacks era capaz de moverse con fluidez entre todas las disciplinas” (10).
Con este sencillo comentario, podemos ya afirmar que el autor de esta compilación de estudios es el profesor Oliver Sacks (1933-2015), quien fue un importante neurólogo neoyorkino que entregó este libro sobre las materias ya señaladas en aquella discusión audiovisual y, sobre todo, reunidas por él después de muchos años de estudio e investigación.
La obra que ahora comentamos es verdaderamente un buen status quaestionis y, por tanto, presenta un completo estado de la cuestión, en el que se han reunido estudios que podrían caracterizarse como los temas científicos de actualidad, con los datos y resultados más importantes y, podíamos decir, a mano, es decir, con los resúmenes de las grandes obras estudiadas.
De este modo se puede señalar con precisión los límites actuales de la ciencia en asuntos tan claves como el origen de la vida, la conciencia y la posible apertura del hombre a la trascendencia. No podía ser de otro modo, pues la filosofía, la antropología o la teología son también ciencias y ninguna de ellas debe entrar en colisión sino iluminar al hombre en si vida, en su pensamiento y en su actuar.
A la vez, el autor presenta con ingenuidad afirmaciones gratuitas que atribuye, a su vez con gran despreocupación, a los grandes cientifistas como Darwin, para quien la contemplación de la naturaleza le podía llevar a dar gloria a Dios por la belleza o a realizar a Sacks afirmaciones como esta: “las flores no necesitaban ningún Creador, sino que eran totalmente comprensibles como productos del accidente y la selección, de diminutos cambios incrementales que se extendían a lo largo de cientos de millones de años” (27).
En cualquier caso, lo que importa no es las teorías filosóficas de los científicos, sino los datos científicos que aportan y el que sigan trabajando en su materia, con sus hipó
tesis y con sus métodos, sin meterse a realizar teorías en otros terrenos que no les incumben.
José Carlos Martín de la Hoz
Oliver Sacks, El río de la conciencia, ediciones Anagrama, Barcelona, 2019, 224 pp.