En la última parte del breve ensayo redactado por el artista y profesor Jean Philippe Trottier, acerca de la búsqueda de Jesucristo en el mundo actual, desarrolla algunos argumentos acerca de la confianza en Dios, en la Iglesia, en los demás y, por supuesto, en uno mismo.
Se trata de cuestiones de carácter vital pues la familia, la sociedad y la Iglesia, se basan en la confianza, por tanto, aunque muchas de esas cuestiones sean de carácter sutil y otras intuitivas, a la postre son absolutamente claves para edificar una vida espiritual sana, descomplicada y propia de un hombre de fe.
Efectivamente, nuestro autor comienza por definir la confianza: “si por una parte aquel que, la fe implica confianza; por otra, supone ser fiel y fiable. Puesto que, ante todo, fe es relación y no puede desarrollarse en el vacío. Ella posee un aspecto activo (un sujeto confiante) y otro pasivo (un sujeto fiable). Dicho de otro modo, para que yo tenga fe es necesario aquel que está frente a mí -el otro sujeto de la relación- sea digno de confianza y que yo sea capaz de responder siendo también fiable”.
Enseguida, se refiere al enemigo a superar que es basar las relaciones en contratos, con la mentalidad llamada juridicista, contable y racional, tan habitual en nuestro tiempo, pues muchas veces se “olvidaba que el cristianismo es, ante todo, una realidad envolvente, embriagadora y total” (110).
Respecto al seguimiento de Cristo, como relación de confianza y de complicidad, es importante evitar la mentalidad del que sigue al Maestro como quien persigue a un sherpa en la montaña del Himalaya, intentando seguirle el ritmo o al menos ir a su paso, aunque sea perdiendo el resuello: “Seguir a Jesús es responder a un eco lejano que resuena en nuestro interior, es osar creer en la llamada que languidece en lo más profundo de nuestro ser” (111).
Como vamos viendo, nuestro autor reduce las expectativas y las luchas titánicas a objetivos más humanos y realistas: “Así pues, el primer paso hacia esa grandeza de la confianza es el abandono y la humildad, que son otras palabras para designarla” (114). Así pues, es importante animar al hombre a la vigilia de amor, al estar atento, a acudir a la gracia, a dejarse encontrar.
Como va a definir enseguida Trottier, “lo esencial es que el hombre de el primer paso (tu fe te ha salvado). Aquí radica el desafío de la confianza, íntimamente ligado al de la libertad, pero no de una libertad de elegir una opción entre muchas, sino la libertad de aceptar o rechazar” (115). A lo que habría que añadir, poner nuestra energía de la libertad en juego, pues ese es el verdadero desafío, Dios nos invita a su seguimiento y el hombre se tiene que jugar el todo por el todo: vender todo lo que tiene para comprar ese campo. Eso es lo que nuestro autor llama la “autenticidad”, es decir, la decisión coherente de salir hacía Él sin miedo (115).
José Carlos Martin de la Hoz
Jean Philippe Trottier, La profundidad divina de la existencia, ediciones carena, Barcelona 2018, 170 pp.