Un libro para atraer hacia la lectura a jóvenes y menos jóvenes, pero también recomendado para adultos soñadores. El amor, la amitad, la belleza de la rutina, la turbulente adolescencia, la inmadurez de la madurez, la rebeldía y mucho más en esta obra de la mano de sus principales personajes que acompañan a Margherita, su protagonista, hasta recomponer los pilares de una vida que creia segura y que se desmora desde la página 24...
Novela romántica, con final feliz, aunque a lo largo del relato es constante la presencia del dolor, de la pena, de la angustia y de las situaciones extremas, pues como afirma el narrador: “Lo importante en la vida es cómo convives con el dolor… Y si consigues conservar un trocito de alma mientras luchas” (p. 174). Y, en efecto, en la obra se hace palpable el famoso tópico literario del amor-dolor, que aquí abarca y recorre en todas sus formas una amplia franja de diversas edades: el amor entre adolescentes (entre 14 y 18 años), entre jóvenes en edad casadera (¿?), en el matrimonio, en la vejez; la eternidad del amor a pesar del paso del tiempo e, incluso, de la muerte.
Con alusiones continuas a grandes autores y obras clásicas de la literatura universal, la novela comienza con unos versos del canto XVI de la Odisea que recogen uno de los motivos centrales del argumento: “Que si todo dependiera de los mortales,/ primero elegiríamos el día del regreso del padre”, porque la ausencia del padre (un nuevo Ulises seducido por la diosa Calipso) será el detonante de todo este drama. La presencia de la literatura en toda la narración consigue que los clásicos formen parte esencial de la vida cotidiana, iluminando cualquier situación. Sin embargo, al final queda una lección muy importante: no hay que confundir realidad y ficción. No se puede vivir solamente en los libros sin pisar la realidad, como hace el profesor de literatura (incapaz de asumir responsabilidades en su vida real); y tampoco se puede llevar al mundo real toda la ficción literaria porque esto puede acarrear graves consecuencias: cuando Telémaco salió a buscar a su padre, ya tenía más de veinte años; nuestra protagonista Margarita en su aventura apenas ha cumplido catorce.
Con un lenguaje lírico, lleno de poesía, de metáforas y de preciosas citas literarias, el autor es capaz de cautivar a los lectores de cualquier edad. Sin embargo, pensando en los lectores más jóvenes, conviene advertir que se debe leer la obra con cautela, puesto que en ella abundan la ironía y la paradoja para reconocer lo que se puede o lo que no se puede hacer. En definitiva, hay que saber leer o, mejor dicho, leer con inteligencia, ser inteligente, que (como dice el profesor de lengua) viene del latín “intus + legere, el que sabe mirar o leer dentro de las cosas”.
¿La alegoría de Telémaco? Podría pensarse así como estructura inicial y como recurrencia clásica, pero hay grandes diferencias. Ulises quiere volver y al padre de Margherita hay que ir a buscarle porque no quiere. En todo caso, el primer implicado –después de Margherita- en esta historia es el profesor de Lengua. Un teórico que vive al margen de la realidad. Y aparece la madre, con sus dudas y su sentido de culpabilidad. El padre, primero en escena pero que desaparece, y la abuela, que se presiente con peso en la historia. Y personajes entrañables como Marta y su madre. Y desde luego Stella, mujer realista y enamorada. Incluso conoceremos bastante del difunto abuelo, Pietro. Y por supuesto Giulio, acaparador de escena, con su carácter forjado en la dura vida de soledad.
Todos estos personajes aparecen perfectamente definidos y necesarios en esta espléndida historia donde el autor habla del amor, de los padres con los hijos y los hijos con los padres, de los adolescentes de los casados, de los abuelos… Una estructura magnífica que mantiene una tensión constante, con un tono metaliterario de gran interés para el lector. Muy recomendable para todas las edades.
Me ha gustado tanto como su primera novela. La construcción del relato es impecable. Los personajes están bien caracterizados, aunque no todos con igual fortuna. No sé qué pretendía el autor, pero la verdadera protagonista, la estrella de la novela, es Teresa, la abuela siciliana, que merece permanecer en la memoria de los lectores. Relato para todas las edades, si bien especialmente recomendable para adolescentes más o menos asilvestrados y perplejos.
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Un libro para atraer hacia la
Un libro para atraer hacia la lectura a jóvenes y menos jóvenes, pero también recomendado para adultos soñadores. El amor, la amitad, la belleza de la rutina, la turbulente adolescencia, la inmadurez de la madurez, la rebeldía y mucho más en esta obra de la mano de sus principales personajes que acompañan a Margherita, su protagonista, hasta recomponer los pilares de una vida que creia segura y que se desmora desde la página 24...
Novela romántica, con final
Novela romántica, con final feliz, aunque a lo largo del relato es constante la presencia del dolor, de la pena, de la angustia y de las situaciones extremas, pues como afirma el narrador: “Lo importante en la vida es cómo convives con el dolor… Y si consigues conservar un trocito de alma mientras luchas” (p. 174). Y, en efecto, en la obra se hace palpable el famoso tópico literario del amor-dolor, que aquí abarca y recorre en todas sus formas una amplia franja de diversas edades: el amor entre adolescentes (entre 14 y 18 años), entre jóvenes en edad casadera (¿?), en el matrimonio, en la vejez; la eternidad del amor a pesar del paso del tiempo e, incluso, de la muerte.
Con alusiones continuas a grandes autores y obras clásicas de la literatura universal, la novela comienza con unos versos del canto XVI de la Odisea que recogen uno de los motivos centrales del argumento: “Que si todo dependiera de los mortales,/ primero elegiríamos el día del regreso del padre”, porque la ausencia del padre (un nuevo Ulises seducido por la diosa Calipso) será el detonante de todo este drama. La presencia de la literatura en toda la narración consigue que los clásicos formen parte esencial de la vida cotidiana, iluminando cualquier situación. Sin embargo, al final queda una lección muy importante: no hay que confundir realidad y ficción. No se puede vivir solamente en los libros sin pisar la realidad, como hace el profesor de literatura (incapaz de asumir responsabilidades en su vida real); y tampoco se puede llevar al mundo real toda la ficción literaria porque esto puede acarrear graves consecuencias: cuando Telémaco salió a buscar a su padre, ya tenía más de veinte años; nuestra protagonista Margarita en su aventura apenas ha cumplido catorce.
Con un lenguaje lírico, lleno de poesía, de metáforas y de preciosas citas literarias, el autor es capaz de cautivar a los lectores de cualquier edad. Sin embargo, pensando en los lectores más jóvenes, conviene advertir que se debe leer la obra con cautela, puesto que en ella abundan la ironía y la paradoja para reconocer lo que se puede o lo que no se puede hacer. En definitiva, hay que saber leer o, mejor dicho, leer con inteligencia, ser inteligente, que (como dice el profesor de lengua) viene del latín “intus + legere, el que sabe mirar o leer dentro de las cosas”.
¿La alegoría de Telémaco?
¿La alegoría de Telémaco? Podría pensarse así como estructura inicial y como recurrencia clásica, pero hay grandes diferencias. Ulises quiere volver y al padre de Margherita hay que ir a buscarle porque no quiere. En todo caso, el primer implicado –después de Margherita- en esta historia es el profesor de Lengua. Un teórico que vive al margen de la realidad. Y aparece la madre, con sus dudas y su sentido de culpabilidad. El padre, primero en escena pero que desaparece, y la abuela, que se presiente con peso en la historia. Y personajes entrañables como Marta y su madre. Y desde luego Stella, mujer realista y enamorada. Incluso conoceremos bastante del difunto abuelo, Pietro. Y por supuesto Giulio, acaparador de escena, con su carácter forjado en la dura vida de soledad.
Todos estos personajes aparecen perfectamente definidos y necesarios en esta espléndida historia donde el autor habla del amor, de los padres con los hijos y los hijos con los padres, de los adolescentes de los casados, de los abuelos… Una estructura magnífica que mantiene una tensión constante, con un tono metaliterario de gran interés para el lector. Muy recomendable para todas las edades.
Me ha gustado tanto como su primera novela. La construcción del relato es impecable. Los personajes están bien caracterizados, aunque no todos con igual fortuna. No sé qué pretendía el autor, pero la verdadera protagonista, la estrella de la novela, es Teresa, la abuela siciliana, que merece permanecer en la memoria de los lectores. Relato para todas las edades, si bien especialmente recomendable para adolescentes más o menos asilvestrados y perplejos.